El don de ser Don
Hace
unos días, en ocasión de escribir sobre unas propuestas para nuestra
Ciudad-Puerto (Bahienses a las cosas. Parte III), y lo
bueno que sería finalizar la obra del Frente Costero, comenté que el
emplazamiento del acceso al mismo está sobre lo que fue el viejo basural a
cielo abierto de la ciudad “Belisario Roldán”.
Y
dije allí que era una fea ironía hacia este
brillante político y periodista argentino y cordobés, autor de la famosa pieza
oratoria “Padre nuestro que estás en el bronce” cuando se inauguró el monumento
a San Martín en Boulogne Sur-Mer, para que en Bahía le hayan puesto su nombre a
un basural. Claro que esto se debió a que, justo por esa zona, discurre
una calle con ese nombre.
Hoy,
a 166 años del fallecimiento de Don José de San Martín, quiero mencionar a Don
Belisario por otras razones.
Don o doña es un vocablo de origen hispano,
muy usado protocolarmente, que antecede al nombre de una persona y
que se usa como una expresión de respeto, cortesía o distinción social. Según
el Diccionario de la lengua española de
la Real Academia Española, el tratamiento don proviene del latín domĭnus (propietario
o señor), término que también dio origen a la palabra dueño.
Más que preceder el nombre de una persona con cualquier título
como doctor, contador, abogado o general, merecer el tratamiento de Don marca
un respeto universal y que, en la vida, hay que ganárselo.
Por eso quiero referirme a estos dos Dones, de diferentes
tiempos de nuestra historia, porque seguro que se lo han ganado.
Don
Belisario
Nació en Buenos Aires, Argentina, el 16 de septiembre de 1873. Fue
político, orador, autor teatral, periodista y realizó estudios secundarios
en el colegio nacional central, ingresando a la facultad de derecho en 1889 y
doctorándose en jurisprudencia en 1896. Militó en las filas de la Unión Cívica Nacional
y fue elegido diputado nacional en 1902. También fue nombrado miembro de la Real
Academia de la Lengua.
Dejó como legado cinco
libros de poemas: “La senda encantada”, “Bajo
la toca de lino”, “Letanías
de la tarde”, “Llamas en la noche” y “Poesías
completas”. También fue autor de tomos de narrativa, “Cuentos de amargura” (1917) y “Las venas del arrabal” (1920). Como dramaturgo escribió
“El rosal de las ruinas”, Ell puñal de los troveros” (1921), “Los contagios” (1915), “Luz de hoguera”, ”Cosas de París”,
con un total de 29 obras.
Fue
un gran orador, y en 1909 se le encomendó asistir a la inauguración del
monumento al General Don José de San Martín en Boulogne Sur-Mer (Francia),
donde pronunció una recordada pieza oratoria que comenzó con la frase: "Padre
nuestro que estás en el bronce" parafraseando, obviamente, el comienzo de
la oración del Padre Nuestro cristiano. Algunas historias recordadas por la
memoria de algunos, cuentan que Don Belisario era un tomador empedernido de
bebidas "espirituosas" y que, previamente a tener que pronunciar su
discurso, se fue a un bar y rápidamente entró en una embriaguez firme, y ese
fue el estado con el que pronunció uno de los mejores discursos de su vida.
Falleció
en Alta Gracia, provincia de Córdoba, el 17 de agosto de 1922. Sus restos descansan en el Cementerio
de La Recoleta, en la ciudad de Buenos Aires. Una calle en ese Buenos Aires, otra
en Mar del Plata, y la nuestra en Bahía Blanca, llevan el nombre “Belisario Roldán”
en homenaje a su labor.
El final de Don José
Esto fue publicado en la página oficial del Instituto
Nacional Sanmartiniano bajo el título “Final en Boulogne Sur Mer”:
Casa de San Martín en Boulogne Sur-Mer |
La
familia se instaló en los altos de la casa situada en la Grand Rue 105,
propiedad del abogado Alfred Gerard, director de la Biblioteca Pública de la
ciudad, quien ocupaba la planta baja del edificio. Hasta aquel sosegado retiro
le llegaron a San Martín las insistentes invitaciones de tres gobernantes de
países americanos para que se trasladara a las patrias que había ayudado a
fundar: Argentina, Chile y Perú. La decisión de vender su dilecta residencia de
Grand Bourg, concretada el 14 de agosto de 1849, parecía confirmar su decisión
de alejarse de la convulsionada Francia.
El
general compartía sus días con su hija Mercedes, su yerno Mariano Balcarce y
sus nietas Mercedes y Josefa. A fines de la primavera de 1850 se trasladó, para
atenuar sus dolencias, a los baños termales de aguas sulfurosas de Enghien,
cerca de París. Permaneció allí hasta el mes de julio, recuperándose
parcialmente.
Escribe
Mariano Balcarce: "no pudo, por el mal tiempo, hacer el ejercicio que le
era necesario; perdió el apetito y fue postrándose gradualmente. Aunque sus
padecimientos destruían sus fuerzas físicas y su constitución, que había sido
tan robusta, respetaban su inteligencia. Conservó hasta el último instante la
lucidez de su ánimo y la energía moral de que estaba dotado en alto
grado."
El 17 de agosto, hacia las dos de la tarde rodeando su
lecho su hija, su yerno, las niñas y Francisco Javier Rosales -encargado de la
representación de Chile en Francia-, se produjo una nueva crisis de gastralgia
y fue recostado en el lecho de su hija, a quien le dijo: "Mercedes, esta
es la fatiga de la muerte...". Sus últimas palabras fueron para pedir a
Mariano que lo condujera a su habitación. A las tres de la tarde expiró.
Registrado oficialmente el deceso, se embalsamó el
cadáver y el día 20, poco después de las seis de la mañana, salió de la casa de
Gerard un reducido cortejo que se detuvo, para un responso, en la iglesia de
San Nicolás. Después, la triste procesión continuó hacia la catedral de Nuestra
Señora de Boulogne donde, gracias a los buenos oficios del abate Haffreigue,
sus restos fueron depositados en la cripta catedralicia. Allí reposarían hasta
su traslado, en 1861, al panteón familiar en el cementerio de Brunoy.
Monumento en Bahía Blanca |
Más allá de la casa que habitó y en la que murió, existen
otros dos lugares en la ciudad que evocan la memoria de San Martín: el
monumento en la avenida que bordea el mar, inaugurado
el 24 de octubre de 1909, y la cripta de la Capilla de Notre-Dame de
Boulogne-sur-Mer, donde sus restos reposaron durante 11 años hasta que fueron
trasladados al cementerio de Brunoy, en los alrededores de París, para luego
ser llevados a la Catedral Metropolitana de la Ciudad de Buenos Aires, el 28 de
mayo de 1880.
Precisamente, una comisión de argentinos en París promovió y concretó, en 1909, la erección de una estatua ecuestre del Gran Capitán en Boulogne Sur-Mer, obra del escultor francés Henri Allouard.
En el acto inaugural se destacó la memorable pieza oratoria
de Don Belisario Roldán "Padre nuestro que está en el bronce"
que, en sus partes salientes, dice:
“Padre nuestro que está en el bronce. Las
progenies multiplicadas levantan su corazón para exclamar: hemos hecho la
Patria que soñaste, es fecunda como tu vida, altiva como tus vanguardias,
eminentes como las cumbres, en dignidad, en esfuerzo, en avance legítimo y
también en virtudes, ha hecho honor en todo tiempo al relámpago soberbio que a
manera de aurora trazó tu espada el día tormentoso del nacimiento y así, como
siguiendo tu imagen viva entró en la libertad, entra a la gloria un siglo
después, por el pórtico de Francia.
Quede
ahí tu estatua por siempre jamás al amparo de la potente soberanía en cuyo
suelo naciera como un brote espontáneo de la entraña generosa, séale propicio
el murmullo de esa misma mar que arrulló las últimas nostalgias del proscripto,
la ola que llega rumoreando a quebrarse en estas altas playas traerá hasta el momento,
como un eco de la tierra bien amada el solemne latido de la patria y que allá,
en los más lejanos días del porvenir, cuando sobre el polvo de todos nosotros
haya pasado rodando la caravana implacable de los años y al beso de los soles y
las lunas haya envejecido esa frente de bronce, aquellos hijos de nuestros
hijos que recorran Europa sientan descubierta la cabeza y arrodillada el alma,
que tiembla en sus corazones la plegaria sin palabras de todas las gratitudes”.
El milagro de la estatua
Monumento en Boulogne Sur-Mer |
Durante la Segunda Guerra Mundial, estando la ciudad bajo ocupación
nazi, Boulogne Sur-Mer soportó 487 bombardeos aéreos aliados y una gran
cantidad de ataques navales cuyo objetivo era destruir una base de submarinos
alemana. Ante tales ataques, desparecieron barrios enteros de la
ciudad, en especial del área costera.
Esta base estaba emplazada a unos
doscientos metros de la estatua erigida en honor a Don José de San Martín, y casi todo el lugar fue
destruido, excepto la estatua.
Numerosas bombas estallaron a uno y otro lado
del monumento y solo algunas ligeras esquirlas tocaron su base. Fotos
posteriores a la Liberación muestran las ruinas y, entre ellas, casi intacta la
escultura a San Martín. Según testimonios de la época, para el pueblo boloñés,
se trató de un milagro, y así lo llamaron: el milagro de la estatua de San
Martín.
Máximas universales
Para
finalizar este homenaje a Don Belisario Roldán y a Don José de San Martín, en
un nuevo aniversario de su partida hacia la inmortalidad, permítanme recordar
las Máximas que escribió para su hija Mercedes Tomasa, en Bruselas en el año
1825, por su validez universal para cualquier persona.
1. Humanizar
el carácter y hacerlo sensible aún con los insectos que nos perjudican. Stern
ha dicho a una Mosca abriendo la ventana para que saliese: Anda, pobre Animal,
el Mundo es demasiado grande para nosotros dos.
2. Inspirarla en el amor a la Verdad
y el odio a la mentira.
3. Inspirarla en gran Confianza y
Amistad, pero uniendo el Respeto.
4. Estimular en Mercedes la caridad
con los pobres.
5. Respeto sobre la propiedad ajena.
6. Acostumbrarla a guardar un secreto.
7. Inspirarla en sentimientos de
indulgencia hacia todas las religiones.
8. Dulzura con los criados, pobres y
viejos.
9. Que hable poco y lo preciso.
10. Acostumbrarla a estar formal en
la mesa.
11. Amor al aseo
y desprecio al lujo.
12. Inspirarla
en el amor por la Patria y por la Libertad.
Gloria eterna al Padre de la Patria!
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