La lucha es fuerte y llevará un tiempo
Con
algunos argumentos sé que me pongo cansador, pero después de todo, ¿acaso no
hacen lo mismo los que hablan por radio o televisión, o escriben en los diarios,
repitiendo y repitiendo?. Es que, la mayor parte de las veces, las noticias, las
novedades informativas, se construyen sobre hechos o fenómenos reiterativos que
constituyen la causa de todas las cosas que pasan después.
¿De
qué estoy hablando? De varias noticias económicas que se están produciendo en
estos días, y que son consecuencia y no causa en sí mismas: la caída de la
producción industrial, la caída en la construcción, la baja en la venta de gas
oil, la pulseada entre la tasa de interés y el dólar, y la baja de la
inflación.
En
el entorno de una fuerte inflación en el primer semestre y el pánico producido
por la amenaza de un enorme aumento de las tarifas de los servicios públicos,
la gente dejó de comprar, dejó o disminuyó sus salidas a comer afuera, paró de
comprar electrodomésticos o electrónica y otras decisiones de ajuste en la
economía familiar. Inclusive, dejando de lado los gastos considerados más
suntuarios, bajó sus consumos de primera necesidad.
Es
muy común, en estos días, cuando caminás por la calle o hablás con gente en los
negocios, escuchar una frase simple: “no hay gente”.
Ante
la disminución drástica de las ventas, la industria bajó la producción y, en
medio de ese panorama, quién se atreve a seguir tocando los precios hacia
arriba. En resumen, tenemos funcionando en todo su esplendor la más ortodoxa de las recetas: la inflación se frena con
recesión.
La
gente no compra porque las cosas están caras. La industria no produce porque la
gente no compra, la construcción se para a la espera de mejores perspectivas.
Los precios se frenan (o alguno baja) porque no se vende.
Pero
vuelvo con los mismos argumentos repetidos y cansadores. Todo ese círculo claramente vicioso es
consecuencia del……….. Sí claro, del déficit fiscal. Se acuerdan (si es que han leído este blog) que decíamos que “hay que corregir a la madre para curar a la
hija”. Ese es el dato que hay que mirar. La “madre del borrego” es el déficit
fiscal y la inflación, su hija descarriada.
El
gobierno intenta emitir menos de lo que hace falta para cubrir el déficit y, de
esta manera, ir “secando” la economía, pero en los subsidios a la energía tiene
su enorme “talón de Aquiles”. Y el Fallo de la Corte no ayudó para nada, aunque
la gente lo festeje. Pagaremos menos la luz y el gas, pero pagaremos más con la
inflación que seguirá viva un buen tiempo más.
Más
baja, tal vez. La recesión está haciendo su trabajo. Pero entre la euforia de
Prat Gay y la prudencia de Sturzenegger, me quedo con el segundo, aunque los
dos apunten al mismo y loable objetivo en el mediano y largo plazo que es
destruir al monstruo inflacionario.
No
estoy tratando de enseñar a nadie. Esta nota es sólo descriptiva y busca reunir
argumentos y explicaciones que andan sueltas, pero que todas confluyen en lo
mismo. El gobierno tiene muy claro lo que pasa y los economistas (si actúan
exentos de intención partidaria) mucho más. Aún aquellos que, al hablar, se
debaten entre decir lo que es “políticamente correcto” y lo que no.
“La
inflación ya no es un problema”, dijo Prat Gay (Ministro de Hacienda). Y
Sturzenegger (Presidente del Banco Central) dijo “No cantemos victoria antes de
tiempo”.
Si
quiere llenarse de números, lea estas notas. Es denso, pero son los números que
gobiernan el problema.
Vale
la pena leer a Daniel Fernando Canedo en Clarín:
“En el Palacio de Hacienda creen que el tiempo
político-electoral ganará peso en el corto plazo y perderá terreno la
posibilidad de reducir el déficit, vía recorte de partidas presupuestarias”.
Y esta es una definición nueva: “Pero Sturzenegger, que hasta
ahora siempre consiguió el respaldo del Presidente para llevar adelante su
política de contracción monetaria, ya había adelantado su idea de que en los
próximos tres años las tasa de interés debería ser 4 o 5 puntos positiva en
términos reales” (recordemos que la tasa que se paga a los depositantes, o tasa pasiva, siempre fue históricamente negativa respecto de la inflación).
Dice Martín Bedegaray: “En 2005, las transferencias económicas al sector
energético eran de $ 3.300 millones. Ahora, si se llega a $ 220.000
millones de subsidios, el subsidio estatal escaló 165 veces (lo transcribo textual, pero creo que erró en la cuenta: 220.000/3.300 da 66,67) . En dólares, se
trepa de US$ 1.000 millones en 2005 a cerca de US$ 14.500 millones este año”.
Retrotrayendo
las tarifas de los servicios públicos hemos prevenido que se cometan algunas
injusticias con los que tienen problemas, pero también hemos logrado que los
porteños de Recoleta (y algunos más) sigan pagando $ 150 de luz por mes. Y a
nuestro Estado le costará $ 220.000 millones en subsidios que pagaremos con
inflación y, dentro del mismo esquema, con más recesión. Y los habitantes de todo el país.
Los
industriales, y el resto de los agentes económicos, reclaman que la economía
arranque y entre en un período de crecimiento (y después el desarrollo). El
gobierno les responde que estamos mucho mejor, pero todavía estamos atravesando
una difícil coyuntura. Y llama al diálogo para “acordar políticas estructurales
de largo plazo entre todos, sentados en una mesa”.
En
definitiva, es una tarea titánica para la que habrá que armarse de paciencia.
Es un asunto que nos afecta a todos, especialmente a las generaciones que están
armando su porvenir. Los que vivimos todos los tiempos en los que les sacamos
13 ceros a nuestra moneda, tenemos la piel curtida y nos abruma la recurrencia batiéndonos
el ánimo, pero están los que esperan con esperanza porque todavía tienen mucho
camino por recorrer.
Mirar
para atrás para aprender y no cometer los mismos errores (aunque en eso parece
que somos bastante testarudos –o testaduros-), pero sobre todo, mirar para
adelante porque, como siempre, los que nos afectará la vida está allí, en el
futuro. Lo que ya pasó servirá para acordarse de los responsables, pero lo
hecho, hecho está.
Este es un trabajo de alta profesionalidad para los que toman
decisiones, pero también es una profunda tarea de solidaridad social donde cada uno tenemos que poner lo
nuestro y, si estamos en condiciones de contribuir, no hacernos los distraídos.
Como
dijo Henry Jones, Sr. (Sean Connery) en “Indiana Jones y la última cruzada”,
ojalá todos consigamos “iluminación”.
Por
el Cr. Hugo Antonio Borelli
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