La
“cantidad” bien entendida empieza por casa
En
las conclusiones de mi nota “Cuánto nos falta para festejar”, y hablando de la competitividad en general, de la
Argentina en particular y de las inversiones necesarias para el crecimiento,
expresé que “la competitividad no se pide como un deseo al genio de la
lámpara”. “Todos tenemos una cuota que aportar si queremos
conseguir la capacidad para
producir bienes y servicios de forma eficiente (precios decrecientes y calidad
creciente)”.
“Cuando planteamos algunas pujas distributivas con cierto
“salvajismo” (hay pujas redistributivas que son muy legítimas), flaco favor le
hacemos a la competitividad. Los sindicatos pujando por mayores
salarios, los empresarios por bajarlos, los formadores de precios aumentando
sin justificación y “por las dudas”, los que fijan precios intermedios en las
cadenas de valor aplicando altos precios sin importarles el conjunto, los que
no invierten en capacitar a su gente fomentando la mejor productividad por
talento y calidad, los que tienen que invertir en nuevas tecnologías porque las
que usan han entrado en obsolescencia, los argentinos con capacidad para
invertir y que no lo hacen esperando que vengan a invertir los de afuera”.
“No hay crecimiento ni desarrollo para la Argentina si no
comprendemos que su competitividad es esencial, si el concepto nos resulta
indiferente o si sentimos que nosotros no tenemos nada que ver”.
Las preguntas son: ¿están los argentinos interesados en
invertir en Argentina? ¿son iniciadores a riesgo del proceso de inversión o se
quedan esperando garantías? Las respuestas se pondrán de manifiesto dentro de
poco.
El Informe
sobre lo que se necesita y se espera
La
consultora ABECEB, que dirige el
economista Dante Sica, acaba de publicar un informe donde sostiene que, en los
próximos cinco años (quinquenio 2017-2021), la Argentina requerirá que las
inversiones alcancen el 19% del PBI,
totalizando unos U$S 131.500 millones
anuales, si quiere lograr un crecimiento sostenido.
Primero veamos los datos del informe, pero no se haga “barullo”
con los números porque de lo que se trata es captar la idea conceptual en
general. Los datos y las previsiones dicen:
“De 2008 a 2016, las inversiones promediaron US$ 82.690 millones
anuales, lo que representa 16,4% del PBI. Así, para reanimar la economía se
requerirá sumar casi U$S 50.000 millones anuales a las inversiones
contabilizadas hasta este año”.
Del total de aportes que demandará nuestro país en el próximo
quinquenio, la porción mayoritaria deberán provenir del sector privado con US$
110.760 millones anuales, o sea 15,8% del PBI. Esta cifra implica un
crecimiento significativo sobre los US$ 72.427 millones anuales invertidos en
los cinco años anteriores.
En tanto, el sector público duplicará su aporte con U$S 20.720
millones anuales hasta 2021, cuando de 2008 a 2016 invirtió U$S 10.263 millones
anuales, aumentando del 2 al 3%% del PBI.
"La inversión tiene un rol central en la actual estrategia de
crecimiento. Hoy la tasa de inversión de
nuestro país es muy baja y sin un aumento significativo no será posible lograr
un desarrollo sostenido y significativo de la economía".
En este marco, dice que "el cambio de régimen macroeconómico
generó una mejora en el clima de negocios y redujo la incertidumbre
macroeconómica, factores que deberían comenzar a traccionar la inversión
privada. La inversión pública también repuntará, gracias al ambicioso plan de
infraestructura anunciado por el gobierno, que ya comienza a dar sus primeros
pasos.
De acuerdo a las estimaciones de ABECEB, algunos de los sectores
que protagonizarán el impulso a la
llegada de inversiones son los siguientes:
Petróleo
y gas, con U$S 9.000 millones anuales, debido a un nuevo entorno macro
más atractivo, un marco regulatorio alentador y un aumento en la producción de
gas. La infraestructura en obra pública
con anuncios que alcanzan los U$S 6.600 millones donde se destaca el Plan
Belgrano (U$S 16.000 millones) y la aplicación de la Ley Guinle que requiere inversiones por U$S 20.000 millones en
energía renovable para cumplir las metas previstas el año 2025.
Recordemos que la Ley llamada Guinle (por el ex senador Marcelo
Guinle) es la nueva Ley de Energías Renovables N° 27.191 que propone
lograr que un 8% de la matriz nacional
de la energía eléctrica sea aportada en 2017 por fuentes renovables, y alcanzar
el 20 % en el 2025.
La
minería aportará U$S 2.750 millones ya que, a partir de la eliminación de
retenciones, la presión fiscal está en línea con la región y hay más de 30
grandes proyectos en etapa de exploración (Cerro Moro, Taca Taca y Potasio Río
Colorado, entre otros).
La
industria proveerá U$S 2.055 millones por varios factores, entre los cuales
se destacan el crecimiento de la producción farmacéutica superior al del PBI,
la mayor utilización de productos agroquímicos, la recuperación de la demanda
automotriz y el establecimiento de nuevos proyectos productivos.
La
agricultura inyectará inversiones por U$S 2.706 millones
anuales en el próximo quinquenio impulsada por un crecimiento del mercado de
26,8% en la producción de granos, siendo los más dinámicos maíz y trigo con
48%, debido a una creciente demanda internacional, el aumento de las ganancias,
una ampliación del área sembrada y un alza en el uso de agroquímicos.
Recientes noticias indican que también aumentará la superficie
sembrada de girasol que, en estos días, alcanzó el precio de U$S 380 dólares la
tonelada.
La
construcción captará inversiones por U$S 1.760 millones
anuales, luego de las restricciones monetarias que castigaron al sector, el
actual déficit habitacional, el ingreso de capitales derivados por el blanqueo
y los nuevos instrumentos hipotecarios.
Un
sistema de créditos accesibles para primera vivienda en este rubro será
fundamental ya que, hoy día, los préstamos hipotecarios son muy escasos y de
muy difícil calificación para los solicitantes.
Por último, alimentos y
bebidas será uno de segmentos más atractivos con inversiones en el orden de
los U$S 1.856 millones, por el crecimiento de la demanda interna que se
verificará a partir de 2017. El sector de la
carne también será protagonista, con inversiones que alcanzarán los U$S
1.134 millones impulsadas, entre otros motivos, por un crecimiento del 23,3% en
el consumo de bovinos, del 25,7% en cerdo y del 8,1% en pollos y, además, la
eliminación de los ROE permite acceso a los mercados extranjeros.
Como
se ve, el informe habla de “la llegada” de inversiones aplicadas a los
distintos sectores mencionados. Los números son grandes para los niveles
existentes, en los últimos tiempos, en la Argentina.
La
pregunta es: ¿cuánto invertirán los argentinos en su propio
país?
¿lo harán algunos, blanqueo o no mediante, con parte de las gigantescas sumas
que mantienen en el exterior? ¿o se quedarán de nuevo “sentados” a esperar que
vengan primero los extranjeros a marcar el rumbo?
¿Seremos capaces?
¿Tendremos
la capacidad de “tirar todos del mismo carro”, con la cuota que nos corresponda
y desde el lugar en donde estamos? El gobierno tiene la obligación
de crear, orientar y establecer las condiciones para la inversión, que sean
seguras jurídicamente y duraderas, pero el capital privado es el que tiene que
“jugarse” desde el principio. Y no permanecer “agazapado” viendo cómo les va a
los otros primero y después reaccionar.
La
gente mira lo que le pasa a la gente. Los datos del crecimiento, los
porcentajes del PBI y otros datos de la macroeconomía son importantes porque
son las grandes formas de medir lo que pasa, pero para el común de los
argentinos es información poco entendible y números que sobrepasan a la
comprensión práctica personal.
Los
argentinos asistimos a discusiones sobre si se puede o no girar dividendos al
exterior, si se impone que una parte deba reinvertirse en el país que los
generó, si los impuestos que se cobran a estas grandes inversiones son, en
parte, para remediar los pasivos ambientales que esas explotaciones dejan para
el futuro, si las reservas del Banco Central crecen porque el país crece y
exporta más o porque nos estamos endeudando en el exterior, si bajamos las
retenciones o no las bajamos, y tantos otros asuntos de política económica.
Pero no se nos explica claramente adónde se apunta con cada decisión y, lo más
importante, cómo nos afectará como habitantes y ciudadanos.
La
gente mira si tiene empleo, si la familia o sus hijos consiguen empleo, si se
puede vivir un poco mejor, si la plata alcanza, si la educación vale la pena,
si se tiene mejor calidad de vida.
La riqueza que se genera en un país tiene que servir para que
circule más riqueza para su gente. Y esta es la gran lucha para vencer a la
pobreza.
Conclusiones
El informe es alentador y, a la vez, desafiante. Nos la
pasamos diciendo que nuestro país es rico en todo, en recursos naturales, en
locaciones turísticas, en la capacidad de generación de alimentos, en talento
de sus recursos humanos, pero siempre, por alguna razón, estamos “fallos a la
copa”. Que los políticos, que los empresarios, que los sindicalistas, que
nosotros, que ellos.
Tanto nos ha castigado el mal ejemplo, desde arriba y
desde abajo, que somos “sospecheros” para todo. Si alguien gana bien nos
preguntamos en qué “curro” andará; si alguien es exitoso, con quién se habrá
acomodado; si se cierra una concesión o una adjudicación, a quién habrá
sobornado. Estas cosas las vemos nosotros, a veces acertando y a veces
equivocándonos, pero también se ven desde afuera.
Queremos que vengan a invertir, pero cuidado con
“extranjerizar”. Hay muchos argentinos con mucho capital, pero son remisos a
seguir invirtiendo. Alguien tiene que invertir para que haya trabajo, sobre
todo en estos tiempos donde la irrupción vertiginosa de nuevas tecnologías hará
que, en apenas pocos años, todo cambie.
Por lejos, la mayor inversión que tendrá que hacer el
Estado, los empresarios y los sindicatos será en educación. Caso contrario
habrá un gran dilema: inversiones de capital intensivo en máquinas y
tecnología, pero que darán poco trabajo a las personas.
Sé que estos argumentos ofrecen muchos flancos para la
crítica y para pensar distinto. Todo tiene matices, pero si queremos crecer e
intentar vivir mejor, tenemos que bañarnos con un poco de confianza y promover
la buena inversión con entusiasmo y menos reticencia.
Y esto vale fundamentalmente para los más jóvenes que se
están preparando para el futuro. Tendrá que venir una generación de exitosos
honestos que ganen mucha plata a fuerza de talento, ingenio y capacidad.
Ojalá que entremos en un tiempo en el que podamos volver
a confiar. Pero es más fácil si el que conduce explica por qué, adónde vamos,
cómo lo haremos y para qué sirve.
En recientes encuentros empresarios, el Presidente de la
Nación les pidió entusiasmo y ánimo para invertir. Les hablaba a los de afuera,
pero principalmente a los de adentro.
Y sí. Para crecer hace falta poner mucha plata, pero vamos
a ver si los argentinos pican en punta.
Fuente consultada:
Revista Mercado
Gracias Alejandro Borensztein por tu remate en tu nota ¿Hay que dejar de votar por dos años?
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