martes, 11 de octubre de 2016

Cuánto nos falta para festejar

La competitividad es un término que nos parece lejano

La expresión del título no tiene signos de interrogación porque no es una pregunta. No se trata de definir un plazo hasta llegar a la meta. Es, más bien, una exclamación que sintetiza el largo camino por recorrer por la Argentina para ser competitiva en el mundo.

Es muy común escuchar, antes y ahora, a los dirigentes de diversos sectores, diciendo “tenemos que mejorar nuestra competitividad; es imperativo que seamos más competitivos para poder insertarnos en el mundo y poder colocar nuestras producciones, generando divisas para el país”. Lo dicen los gobiernos, sea el nacional o los provinciales y municipales, los sectores del comercio exterior, los puertos, las economías regionales, las cámaras empresarias, los sindicatos, las consultoras y los economistas, los empresarios en particular y otras organizaciones. Pero hay que ver qué acciones de conjunto están realizando, o están dispuestos a poner en marcha, para trabajar todos en el mismo sentido y buscar la misma meta: buscar en serio mejorar la competitividad más allá del discurso.

Si bien es cierto que el término “competitividad” no es complicado, tengo la sensación que muchos dirigentes lo enuncian con entusiasmo, pero no lo entienden. Como veremos, la competitividad depende de algunos factores que “tiran” en sentido contrario y cuya conciliación es, por definición, muy complicada. Por lo tanto, es difícil que puedan explicarle al ciudadano común cuál es la importancia que tiene en sus asuntos económicos cotidianos.

Y también por eso, a veces la promoción de una mayor competitividad sólo se declama, pero es difícil lograrla.

En estos días se han conocido muchas noticias sobre nuestra posición competitiva en el mundo y todas dejan en claro que no estamos bien. Más bien, estamos bastante mal. Algunas lo expresan, de modo optimista, como que vamos en camino de una mejora, y otras con gran sentido crítico y pesimismo.
Analizaremos muchas opiniones, recetas y recomendaciones, pero lo que interesa marcar es qué significa para el argentino común esta mala nota que tenemos a nivel internacional.

¿De qué se trata?

Veamos primero, sintéticamente, qué se entiende por Competitividad o, simplemente, la “capacidad para competir”:

La competitividad (de calidad y de precios) se define como la capacidad de generar la mayor satisfacción de los consumidores fijado un precio o la capacidad de poder ofrecer un menor precio una vez fijada una cierta calidad. Concebida de esta manera se asume que las empresas más competitivas podrán asumir mayor cuota de mercado a expensas de empresas menos competitivas, si no existen deficiencias de mercado que lo impidan.
Frecuentemente se usa la expresión pérdida de competitividad para describir una situación de aumento de los costos de producción, ya que eso afectará negativamente al precio o al margen de beneficio, sin aportar mejoras a la calidad del producto.
La competitividad puede definirse de manera clara, cuando se aplica a una empresa o grupo de empresas concreta, que vende sus productos en un mercado bien definido. En ese caso una pérdida de competitividad amenaza a largo plazo la supervivencia de la empresa o grupo de empresas.
Aplicado a un país el concepto de "competitividad" es más dudoso, ya que un país no es una empresa y el principio de la ventaja comparativa establece que, dados dos países con fronteras de posibilidades de producción adecuadas (FPP), encontrarán especializaciones mutuamente beneficiosas que garanticen la continuidad del comercio, sin que la viabilidad económica de uno de los dos países esté comprometida.
Hagamos un pequeño alto aquí para decir que la frontera de posibilidades de producción (FPP) es un modelo marginalista que contiene el conjunto de combinaciones teóricas en factores productivos y/o tecnologías en los que se alcanza la producción máxima. Refleja las cantidades máximas de bienes y servicios que una sociedad es capaz de producir en un determinado período, a partir de unos factores de producción y unos conocimientos tecnológicos dados.
Por lo tanto se dan tres situaciones en la estructura productiva de un país:

Estructura productiva ineficiente: Cuando se encuentra por debajo de la FPP, es decir, o no se utilizan todos los recursos (recursos ociosos), o bien la tecnología no es la adecuada (puede ser mejorada). Siempre que un país tenga una tasa de desempleo por encima del 5%, ese país se encontrará en esta estructura productiva, porque se dispone de una mano de obra que no se utiliza.

Estructura productiva eficiente: Se sitúa frente la frontera o muy cercana a ella. No hay recursos ociosos y se está utilizando la mejor tecnología.

Estructura productiva inalcanzable: Se encuentra por encima de las posibilidades de producción. Es teórica, ya que ningún país puede producir por encima de sus posibilidades.


La competitividad depende de la relación calidad-costo del producto, del nivel de precios de algunos insumos y del nivel de salarios en el país productor. Estos factores, en principio, estarán relacionados con la productividad, la innovación y la inflación diferencial entre países. Existen otros factores, que se supone tienen un efecto indirecto sobre la competitividad, como la capacidad innovativa del mismo, la calidad del servicio o la imagen corporativa del productor.

Salario
El nivel salarial medio es uno de los principales costos en muchas industrias, en particular la manufactura basada en tecnologías convencionales y el sector servicios.
Así por ejemplo, en muchas tecnologías relativamente nuevas, China, Taiwán y parte del sureste asiático han basado su competitividad en salarios relativamente más bajos que los países occidentales o Japón. Durante la crisis económica de 2008-2014 trataron de imponerse en el sur de Europa legislaciones laborales que disminuyeran la capacidad de negociación de los trabajadores, con el fin de bajar los salarios y ganar así una competitividad en esos países que les permitiera aumentar sus exportaciones y aliviar la deuda privada y pública de dichos países.
Calidad del servicio
Calidad de producto es la capacidad de producir factores que satisfagan las expectativas y necesidades de los usuarios. Por otro lado, también significa realizar correctamente cada paso del proceso de producción para satisfacer a los clientes internos de la organización y evitar elementos defectuosos. Su importancia se basa en que la satisfacción del cliente aumenta su fidelidad al producto.
La calidad del servicio está relacionada con la capacidad de satisfacer a clientes, usuarios o ciudadanos, en forma honesta, justa, solidaria, transparente y puntual, logrando altos grados de satisfacción.
Productividad
La productividad es la razón entre la cantidad de producto producido, fijada una cierta calidad, por hora trabajada. La productividad depende en alto grado de la tecnología (capital físico) usada y la calidad de la formación de los trabajadores (capital humano).
Así, en países industrializados, los empleados pueden producir en promedio mucha mayor cantidad de bienes gracias a la existencia de maquinaria que mecaniza o automatizan parte de los procesos. En cuanto a los servicios, especialmente los que requieren atención personal directa, la productividad frecuentemente es mucho más difícil de mejorar mediante capital físico o humano.
En cambio, históricamente la producción de bienes manufacturados ha sufrido grandes aumentos de productividad gracias a la introducción de bienes de equipo y nuevas tecnologías. Las comparaciones empíricas a nivel internacional, sin embargo, muestran que la calidad del capital humano o la intensidad del capital físico (grado de mecanización), sólo son capaces de explicar una fracción modesta de la competitividad general o la renta de los países ricos.
Una mayor productividad redunda en una mayor capacidad de producción a igualdad de costos, o en un menor costo a igualdad de cantidad de producto o servicio producida.
Un costo menor permite precios más bajos (actividad comercial) o presupuestos menores (organizaciones de Gobierno o de Servicio Social).
Los informes y las mediciones

Uno de los informes que trata de analizar el “vaso medio lleno”, y no “medio vacío”, es el de Coyuntura Económica Semanal del Banco Provincia de Buenos Aires (30-9 al 6-10-16) que titula “Argentina ganó 2 posiciones pasando del puesto 106 al 104”. Sólo estamos mejor que El Salvador, Paraguay, Bolivia y Venezuela. Aquí va un resumen:

El Índice de Competitividad Global (ICG) 2016-2017 del Foro Económico Mundial (FEM o WEF, por sus siglas en inglés World Economic Forum) mejoró en 2016 con relación al 2015. La versión más reciente del ICG, que evalúa anualmente los factores que impulsan el crecimiento y la productividad en 148 países, ubicó a Argentina en la posición 104, resultado que significó una mejora de dos posiciones en relación al período anterior, impulsada principalmente por factores de innovación y sofisticación que reflejan una mejor preparación para hacer frente a un entorno futuro cambiante.

A nivel global, por octavo año consecutivo Suiza se ubicó en la posición número uno, seguida por Singapur, Finlandia, Alemania y Estados Unidos. En Latinoamérica y el Caribe, las economías más competitivas son Chile (34 a nivel global), Panamá (42) y México (51); por su parte, Argentina (104) se ubica en el puesto 16, solo por encima de El Salvador (105), Paraguay (119), y Venezuela (134).

El final del súper ciclo de materias primas significó una reducción importante de ingresos en países exportadores de commodities como Brasil, Venezuela, Colombia, Ecuador y Argentina. Asimismo, la caída del comercio y los precios a nivel global afectó la demanda de bienes primarios dejando como resultado déficits de cuenta corriente y gubernamentales en casi toda la región. No obstante, a pesar de la devaluación en relación al dólar exhibida últimamente, las exportaciones no se han logrado recuperar, dejando en evidencia los retos de competitividad para la región, donde, de acuerdo al WEF, la productividad ha disminuido durante los últimos 20 años.

El WEF o FEM define la competitividad como el conjunto de instituciones, políticas y factores que determinan el nivel de productividad de una economía. El índice está constituido por 114 indicadores que capturan conceptos que atañen a la productividad y al desarrollo de largo plazo, agrupados en doce categorías conocidas como “pilares de competitividad”: instituciones, infraestructura, entorno macroeconómico, sanidad y enseñanza primaria, enseñanza secundaria y formación, eficiencia del mercado de bienes, eficiencia del mercado laboral, desarrollo del mercado financiero, preparación tecnológica, tamaño del mercado y sofisticación empresarial e innovación.

Así las cosas, Argentina se destaca en capacitación y educación universitaria, mientras que el entorno macroeconómico es el pilar en el que peor se clasifica.

Asimismo, la encuesta del WEF identifica los factores que considera más problemáticos para hacer negocios en cada economía. En Argentina, los resultados expuestos plantean la necesidad de hacer frente a la inflación, mejorar la relación impositiva respecto a las ganancias y acercar los servicios financieros a las necesidades de negocio. También marca la necesidad de mejorar la calidad de las instituciones y un marco de mayor protección a la propiedad intelectual.

La calidad de la educación y el uso del talento humano fueron señalados como indicadores de progreso.

Para quienes les resulte interesante consultar el informe, aquí les dejo el enlace:

Diversificación para lograr competitividad

Refiriéndose al mismo ICG del FEM, la revista Mercado dice que esta tendencia a la baja lleva ya una década, se refiere a países en todos los niveles de ingresos y se atribuye principalmente a un incremento de las barreras no arancelarias, la carga que suponen los trámites aduaneros, el impacto de las normas sobre la inversión extranjera directa y el predominio de la titularidad extranjera.

Esto es especialmente relevante para Latinoamérica en un momento en el que los países buscan diversificar sus economías y encontrar nuevos motores de crecimiento económico.

“El declive en la apertura de la economía global está afectando la competitividad y dificultando la tarea de lograr crecimiento inclusivo y sostenible”, afirma Klaus Schwab, fundador y presidente ejecutivo del Foro Económico Mundial. Este informe también arroja luz sobre por qué la relajación cuantitativa y otras medidas de política monetaria han sido insuficientes a la hora de reactivar el crecimiento a largo plazo para las economías avanzadas del mundo.

El informe concluye que las intervenciones por parte de economías con puntuaciones comparativamente más bajas en el ICG no generaron el mismo efecto que aquellas llevadas a cabo en economías con altas puntuaciones, lo que sugiere que una mejor competitividad subyacente es un requisito clave para que el estímulo monetario tenga éxito.

El informe ofrece información sobre cómo las prioridades podrían estar cambiando para aquellos países en las primeras etapas de desarrollo.

Si bien los motores básicos de competitividad como la infraestructura, la salud, la educación y el buen funcionamiento de los mercados siempre serán importantes, los datos del ICG sugieren que desde 2014, el rendimiento de los países en términos de absorción tecnológica, sofisticación empresarial e innovación adoptó un papel más importante a la hora de aumentar el PIB per cápita.

La absorción tecnológica, la sofisticación empresarial y la innovación son decisivas a la hora de aumentar el PBI per cápita.


La Argentina, penúltima en competitividad de costos de la industria

Otro informe, publicado por Liliana Franco en Ámbito, muestra el ranking publicado por la Escuela de Negocios IMD (International Institute for Management Development, que se encuentra en la ciudad de Lausana en Suiza).

Indica que, pese a que ha avanzado algunos puestos con relación al año pasado, la Argentina sigue siendo uno de los países menos competitivos del mundo. El ranking 2016 del IMD ubica al país en el puesto 55 (sobre 61 naciones) con un avance de 4 posiciones con relación al año anterior.



Entre los criterios generales que toma en cuenta esta reconocida escuela de negocios, en el capítulo infraestructura es donde la Argentina se encuentra mejor posicionada, con el puesto 51. Aquí se considera la base tecnológica, científica y de recursos humanos necesarios para el desarrollo de los negocios.

Por el contrario, en lo concerniente a la capacidad del gobierno para llevar adelante políticas que conduzcan a la competitividad, la administración argentina se lleva una de las peores calificaciones, con el puesto número 58, sólo superada por unos pocos países como Venezuela.

Algo mejor se ubica el país en la calificación sobre la forma en que las empresas están desarrollado de manera innovativa, rentable y responsable su tarea. En este caso se sitúan en el puesto 55.

El cuarto criterio que toma el IMD es la evolución de la macroeconomía del país, aspecto que localiza en el puesto 53 a la Argentina.

El informe da cuenta de los sectores en los que el país logró los mayores avances y también los retrocesos más marcados.

Para mejor
Entre los factores que registran los progresos más significativos en el año en curso con relación al anterior, se destacan: la transparencia, la situación de las finanzas públicas, la política monetaria del Banco Central, el combate contra los sobornos y la corrupción y la calidad de las decisiones gubernamentales.

Para peor
Por el contrario, los aspectos que desmejoraron en la Argentina son: el déficit de la cuenta corriente, el desequilibrio de las cuentas del Tesoro, la cantidad de maestros por alumnos en la educación secundaria, la baja en el producto bruto interno por habitante y la remuneración de los directivos, entre otros.

El trabajo, que contó con la colaboración de la Universidad Católica Argentina (UCA), señala cinco desafíos para el año en curso. Ellos son:
  • Sostener la estabilidad económica a través de una creciente cohesión social y política.
  • Fortalecer la administración pública y el imperio de la ley.
  • Contener las presiones inflacionarias mediante políticas monetarias y fiscales, pero sin poner el peligro el crecimiento.
  • Fomentar la competencia en sectores clave en la formación de precios.
  • Desarrollar incentivos para estimular la actividad empresarial y la internacionalización en actividades con mayor valor agregado.


Hong Kong, primero


El ranking 2016 arroja como novedad que Estados Unidos resignó el puesto de país más competitivo que detentó en los últimos tres años, para pasar a un tercer lugar. El primero en el podio corresponde a Hong Kong, seguido de Suiza. 

Los "top ten" se completan con Singapur, Suiza, Dinamarca, Holanda, Holanda, Noruega y Canadá. 

El factor común entre los países más competitivos, señala el informe, es que "se focalizan en una regulación favorable para el desarrollo de los negocios, cuentan con infraestructura, tanto física como intangible, e instituciones inclusivas". 

En cuanto al contexto latinoamericano, Chile con el puesto 36 es el país mejor posicionado. La Argentina fue el único país que progresó en el último ranking, superando a Brasil que se encuentra en el puesto 57.

Índice de Competitividad Global

La columna vertebral del informe, y otra forma de medición del FEM, es el Índice de Competitividad Global (ICG), que captura el conjunto de instituciones, políticas y factores que determinan el crecimiento económico sostenible y ayudan a explicar por qué algunos países son más exitosos que otros en elevar, de manera sostenible, su productividad, niveles de ingreso y oportunidades para sus respectivas poblaciones.

Es decir que, el índice de competitividad mide la habilidad de los países de proveer altos niveles de prosperidad a sus ciudadanos y cuán productivamente utiliza sus recursos disponibles.

Argentina ha obtenido 3,79 puntos en este Índice de Competitividad y ha empeorado su puntuación respecto al informe de 2015 porque, si bien es cierto que obtuvo el mismo índice de 3,79 puntos, bajó del puesto 104 al 106 en el ranking de competitividad.
Se miden 142 países y, para poner en perspectiva, señalemos que Suiza mide 5,72, Estados Unidos 5,48 y, en América Latina, Puerto Rico 4,67, Chile 4,61 y Panamá 4,50.

En la tabla mostramos la evolución de la posición de Argentina en el Índice de Competitividad Global:

Argentina - Índice de Competitividad Global
Fecha
Ranking de Competitividad
Índice de Competitividad
2016
106º
3,79
2015
104º
3,79
2014
104º
3,76
2013
94º
3,87
2012
85º
3,99
2011
87º
3,95
2010
85º
3,91
2009
88º
3,87
2008
85º
3,87
2007
70º
4,02


La competitividad del campo argentino y la cuestión ambiental

En abril de este año, el diario La Nación decía que “Quienquiera que conozca las características de la economía productiva argentina sabe que el campo es el que hace los mayores aportes relativos a la riqueza del país. Se debería saber de igual manera que los índices de productividad de las actividades agrícolas y ganaderas figuran al tope, en términos internos comparados con otras actividades, por tratarse del sector que se plantea, de modo constante, cómo mejorar su competitividad en el orden internacional”.

“O se hacen las cosas bien, a fin de medirse con éxito en el plano externo, o uno se queda condenado a los límites del mercado interno”.

El daño está en estar buscando permanentemente amparo en regulaciones estatales, que por lo general subsidian, establecen barreras arancelarias o paraarancelarias, o distorsionan los precios relativos, como en el caso del valor de la moneda.
Con las medidas del nuevo gobierno el campo se ha movilizado una vez más para acrecentar en la campaña por iniciarse los índices de productividad.
“La Argentina es más un supermercado de dimensiones mundiales que un granero abastecedor de puertos”.

Esto implica no sólo producir commodities -soja, maíz, trigo, cebada, girasol, carnes-, sino multiplicar su valor en procesos de industrialización de materias primas. Así se generarán, además, nuevas fuentes de trabajo”.
El estado de la infraestructura da una dimensión de las posibilidades reales de desarrollo del país. La nuestra ha sido descuidada hasta el punto que, su degradación paulatina y la inseguridad física de los pobladores rurales, son las principales razones para que abandonaran campos quienes los habitaron por generaciones.
También pone su acento en que la competitividad, como objetivo vinculado al desarrollo nacional, es incompatible con la ausencia de criterios sobre sustentabilidad social, económica y ambiental.
En 2018, por los compromisos contraídos en los protocolos recientemente firmados, la Argentina deberá dar a conocer cuáles serán sus contribuciones a un mejoramiento de la situación en materia de calentamiento global. Ha llegado el momento de pensar las cuestiones ambientales, más que a partir de las fronteras políticas internas, desde la perspectiva de ecorregiones comunes en ventajas y problemas.
“Cuando la población mundial es de más de 7000 millones y aumenta a razón de un uno por ciento cada año, el planeta ordena autodefensas que los propios productores argentinos han condensado antes de ahora en la meta de "producir conservando". Frente a una comunidad internacional más inquisidora sobre las prácticas agronómicas, tener esto en cuenta será decisivo a la hora de generar la competitividad de nuestro campo”.
Competitividad desigual entre sectores

En su columna en El Economista, Facundo Matos Peychaux nos dice que el saldo exportador en los primeros ocho meses del año 2016 fue negativo por primera vez desde 1999 para ese período, según datos de la Aduana. De cara a los próximos años, el dato supone un desafío: más allá de lo que se logre con ajustes a la política macroeconómica, un verdadero desarrollo del mercado exportador debe venir con una mayor inserción mundial y diversificación en productos y destinos. Esta afirmación es producto del primer ranking que mide la competitividad por sectores, desarrollado por la consultora Abeceb.

Los sectores más competitivos, según el informe, son Alimentos, Insumos metálicos básicos y Farmacéutica, mientras que Madera, Indumentaria, Materiales de construcción y Calzado son los menos competitivos. Por otra parte, Automotriz, Productos químicos, Bebidas y Autopartes, son los  sectores que más evolucionaron en la década 2004-2014.



Según el trabajo que realizó esta consultora Abeceb, liderada por el economista Dante Sica, nuestro país está en el 25 lugar entre 26 países en un listado que mide el costo laboral para fabricar una unidad de producto, o el Costo Laboral Unitario Global de Manufacturas (CLU).  "Es una medida usada internacionalmente para determinar la ”competitividad de costos” o “competitividad precio” entre los países".

El columnista entrevistó a Dante Sica, quien explicó que “desde finales del 2000, hubo una recuperación del volumen industrial pero no cambió el patrón. El desafío es hacer un cambio estructural más fuerte en los próximos años. Viene una etapa en la cual hay que invertir mucho para ampliar capacidad y mejorar eficiencia no solo a nivel de la planta sino a nivel del país. Porque la competitividad sectorial se vincula mucho a la nacional. Una macro desestabilizada te aumenta la complicación de la micro”.

Tener un mercado de capitales chico, una moneda no sana, apreciación del tipo de cambio y discrecionalidad de reglas son cosas que afectan bastante.

Hay que ganar competitividad, pero no sólo por la productividad espuria que te da el tipo de cambio.

“La inflación siempre es un flagelo, tener una moneda débil implica que tengas un mercado de capitales poco desarrollado y eso es un factor de pérdida de competitividad. Pero está claro también que Argentina  no va a competir por mano de obra. Somos un país de costo medio-alto que tiene que generar industrias, sectores y empresas que generen alta productividad para absorber los costos de mano de obra, que son mayores que el resto de nuestros competidores”.


Conclusiones

Para los que tuvieron la paciencia o, mejor dicho, el interés de leer todas estas consideraciones sobre la competitividad para los países en general, y para la Argentina en particular, tal vez todavía no hayan logrado resolver lo planteado al principio: cómo influye este concepto, tan complejamente técnico, en nuestra vida cotidiana.

Pues permitime decirte que, aunque la principal responsabilidad recae sobre los gobiernos y la dirigencia en general (política, empresaria y sindical), todos tenemos algo que ver y que hacer. Seguramente teniendo en cuenta el sector en el que nos desempeñamos, ya seas un trabajador, un pequeño comerciante o pequeño industrial, un productor agropecuario, un empresario mediano o grande, un supermercadista, un administrador portuario, una universidad o un profesor, un científico o un innovador.

La competitividad no se pide como un deseo al “genio de la lámpara”.

A partir de reglas orientadas a generar las condiciones para conseguirla, todos tenemos una cuota que aportar si queremos conseguir la capacidad para producir bienes y servicios de forma eficiente (precios decrecientes y calidad creciente), de tal manera que puedan competir y lograr mayor cuotas de mercado, tanto dentro como fuera del país. Y con eso derramar beneficios sobre todos los sectores de la sociedad. 

Cuando planteamos algunas pujas distributivas con cierto “salvajismo” (hay pujas redistributivas que son muy legítimas), flaco favor le hacemos a la competitividad. Los sindicatos pujando por mayores salarios, los empresarios por bajarlos, los formadores de precios aumentando sin justificación y “por las dudas”, los que fijan precios intermedios en las cadenas de valor aplicando altos precios sin importarles el conjunto, los que no invierten en capacitar a su gente fomentando la mejor productividad por talento y calidad, los que tienen que invertir en nuevas tecnologías porque las que usan han entrado en obsolescencia, los argentinos con capacidad para invertir y que no lo hacen esperando que vengan a invertir los de afuera.

Con todos pensando en el “agua para el molino propio” y casi en un “sálvese quien pueda”, flaco favor le hacemos a la competitividad.

Este es “un carro que hay que tirar entre todos”, con la cuota que a cada uno corresponda y desde el lugar en donde estamos.

No hay crecimiento ni desarrollo para la Argentina si no comprendemos que su competitividad es esencial, si el concepto nos resulta indiferente o si sentimos que nosotros no tenemos nada que ver.

Inteligencia, solidaridad, inspiración y coordinación en la acción es lo que nos hace falta.








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