La competitividad es un término que nos parece lejano
La
expresión del título no tiene signos de interrogación porque no es una
pregunta. No se trata de definir un plazo hasta llegar a la meta. Es, más bien,
una exclamación que sintetiza el largo camino por recorrer por la Argentina
para ser competitiva en el mundo.
Es
muy común escuchar, antes y ahora, a los dirigentes de diversos sectores,
diciendo “tenemos que mejorar nuestra
competitividad; es imperativo que seamos más competitivos para poder
insertarnos en el mundo y poder colocar nuestras producciones, generando
divisas para el país”. Lo dicen los gobiernos, sea el nacional o los
provinciales y municipales, los sectores del comercio exterior, los puertos,
las economías regionales, las cámaras empresarias, los sindicatos, las
consultoras y los economistas, los empresarios en particular y otras
organizaciones. Pero hay que ver qué acciones de conjunto están realizando, o
están dispuestos a poner en marcha, para trabajar todos en el mismo sentido y
buscar la misma meta: buscar en serio
mejorar la competitividad más allá del discurso.
Si
bien es cierto que el término “competitividad” no es complicado, tengo la
sensación que muchos dirigentes lo enuncian con entusiasmo, pero no lo
entienden. Como veremos, la competitividad depende de algunos factores que
“tiran” en sentido contrario y cuya conciliación es, por definición, muy
complicada. Por lo tanto, es difícil que puedan explicarle al ciudadano común
cuál es la importancia que tiene en sus asuntos económicos cotidianos.
Y también
por eso, a veces la promoción de una mayor competitividad sólo se declama, pero
es difícil lograrla.
En
estos días se han conocido muchas noticias sobre nuestra posición competitiva
en el mundo y todas dejan en claro que no estamos bien. Más bien, estamos
bastante mal. Algunas lo expresan, de modo optimista, como que vamos en camino
de una mejora, y otras con gran sentido crítico y pesimismo.
Analizaremos
muchas opiniones, recetas y recomendaciones, pero lo que interesa marcar es qué
significa para el argentino común esta
mala nota que tenemos a nivel internacional.
¿De qué se trata?
Veamos
primero, sintéticamente, qué se entiende por Competitividad o, simplemente, la
“capacidad para competir”:
La competitividad (de calidad y de precios) se
define como la capacidad de generar la mayor satisfacción de los consumidores
fijado un precio o la capacidad de poder ofrecer un menor precio una vez fijada
una cierta calidad. Concebida de esta manera se asume que las empresas más
competitivas podrán asumir mayor cuota de mercado a expensas de
empresas menos competitivas, si no existen deficiencias de mercado que lo
impidan.
Frecuentemente se usa la expresión pérdida de competitividad para
describir una situación de aumento de los costos de producción, ya que eso
afectará negativamente al precio o al margen de beneficio, sin aportar mejoras
a la calidad del producto.
La competitividad puede definirse de manera clara, cuando se aplica a
una empresa o grupo de empresas concreta, que vende sus productos en un mercado
bien definido. En ese caso una pérdida de competitividad amenaza a largo plazo
la supervivencia de la empresa o grupo de empresas.
Aplicado a un país el concepto de
"competitividad" es más dudoso, ya que un país no es una empresa y el principio de la ventaja
comparativa establece que, dados dos países con fronteras de posibilidades de producción adecuadas (FPP),
encontrarán especializaciones mutuamente beneficiosas que garanticen la
continuidad del comercio, sin que la viabilidad económica de uno de los dos
países esté comprometida.
Hagamos un pequeño alto aquí para decir que la frontera de
posibilidades de producción (FPP) es un modelo marginalista que
contiene el conjunto de combinaciones teóricas en factores
productivos y/o tecnologías en los que se alcanza la producción
máxima. Refleja las cantidades máximas
de bienes y servicios que una sociedad es capaz de producir
en un determinado período, a partir de unos factores de producción y
unos conocimientos tecnológicos dados.
Por lo
tanto se dan tres situaciones en la estructura productiva de un país:
Estructura productiva ineficiente: Cuando se encuentra por debajo de la FPP, es
decir, o no se utilizan todos los recursos (recursos ociosos), o bien la
tecnología no es la adecuada (puede ser mejorada). Siempre que un país tenga una tasa de desempleo por
encima del 5%, ese país se encontrará en esta estructura productiva, porque
se dispone de una mano de obra que no se utiliza.
Estructura productiva eficiente: Se sitúa frente la frontera o muy cercana a ella.
No hay recursos ociosos y se está utilizando la mejor tecnología.
Estructura productiva inalcanzable: Se encuentra por encima de las posibilidades de
producción. Es teórica, ya que ningún país puede producir por encima de sus
posibilidades.
La competitividad depende de la
relación calidad-costo del producto, del nivel de precios de
algunos insumos y del nivel de salarios en el país
productor. Estos factores, en principio, estarán relacionados con la productividad,
la innovación y la inflación diferencial entre países.
Existen otros factores, que se supone tienen un efecto indirecto sobre la
competitividad, como la capacidad innovativa del mismo, la calidad del servicio
o la imagen corporativa del productor.
Salario
El nivel salarial medio es uno de los principales costos en muchas
industrias, en particular la manufactura basada en tecnologías
convencionales y el sector servicios.
Así por ejemplo, en muchas tecnologías relativamente nuevas, China, Taiwán y
parte del sureste asiático han basado su competitividad en salarios
relativamente más bajos que los países occidentales o Japón. Durante la crisis
económica de 2008-2014 trataron de imponerse en el sur de Europa legislaciones
laborales que disminuyeran la capacidad de negociación de los
trabajadores, con el fin de bajar los
salarios y ganar así una competitividad en esos países que les permitiera
aumentar sus exportaciones y aliviar la deuda privada y pública de dichos
países.
Calidad del servicio
Calidad de producto es la capacidad de producir factores que satisfagan
las expectativas y necesidades de los usuarios. Por otro lado, también
significa realizar correctamente cada paso del proceso de producción para
satisfacer a los clientes internos de la organización y evitar elementos
defectuosos. Su importancia se basa en que la
satisfacción del cliente aumenta su fidelidad al producto.
La calidad del servicio está relacionada con la capacidad de satisfacer
a clientes, usuarios o ciudadanos, en forma honesta, justa, solidaria,
transparente y puntual, logrando altos grados de satisfacción.
Productividad
La productividad es la razón entre la cantidad de producto producido, fijada una cierta calidad, por hora
trabajada. La productividad depende en alto grado de la tecnología (capital
físico) usada y la calidad de la formación de los trabajadores (capital humano).
Así, en países industrializados, los empleados pueden producir en
promedio mucha mayor cantidad de bienes gracias a la existencia de maquinaria
que mecaniza o automatizan parte de los procesos. En cuanto a los servicios,
especialmente los que requieren atención personal directa, la productividad
frecuentemente es mucho más difícil de mejorar mediante capital físico o
humano.
En cambio, históricamente la producción de bienes manufacturados ha
sufrido grandes aumentos de productividad gracias a la introducción de bienes
de equipo y nuevas tecnologías. Las comparaciones empíricas a nivel
internacional, sin embargo, muestran que la calidad del capital
humano o la intensidad del capital físico (grado de mecanización), sólo
son capaces de explicar una fracción modesta de la competitividad general o la
renta de los países ricos.
Una mayor productividad redunda en una mayor capacidad de producción a
igualdad de costos, o en un menor costo a igualdad de cantidad de producto o
servicio producida.
Un costo menor permite precios más bajos (actividad comercial) o
presupuestos menores (organizaciones de Gobierno o de Servicio Social).
Los informes y las mediciones
Uno
de los informes que trata de analizar el “vaso medio lleno”, y no “medio
vacío”, es el de Coyuntura Económica
Semanal del Banco Provincia de Buenos Aires (30-9 al 6-10-16) que titula “Argentina ganó 2 posiciones pasando del
puesto 106 al 104”. Sólo estamos mejor que El Salvador, Paraguay, Bolivia y
Venezuela. Aquí va un resumen:
“El Índice de Competitividad Global (ICG)
2016-2017 del Foro Económico Mundial
(FEM o WEF, por sus siglas en inglés World Economic Forum) mejoró en 2016
con relación al 2015. La versión más reciente del ICG, que evalúa anualmente los factores que impulsan el crecimiento y la
productividad en 148 países, ubicó a Argentina en la posición 104,
resultado que significó una mejora de dos posiciones en relación al período
anterior, impulsada principalmente por factores de innovación y sofisticación
que reflejan una mejor preparación para hacer frente a un entorno futuro
cambiante.
A
nivel global, por octavo año consecutivo Suiza se ubicó en la posición número
uno, seguida por Singapur, Finlandia, Alemania y Estados Unidos. En Latinoamérica y el Caribe, las
economías más competitivas son Chile (34 a nivel global), Panamá (42) y México
(51); por su parte, Argentina (104) se ubica en el puesto 16, solo por encima
de El Salvador (105), Paraguay (119), y Venezuela (134).
El
final del súper ciclo de materias primas significó una reducción importante de
ingresos en países exportadores de commodities
como Brasil, Venezuela, Colombia, Ecuador y Argentina. Asimismo, la caída del
comercio y los precios a nivel global afectó la demanda de bienes primarios
dejando como resultado déficits de cuenta corriente y gubernamentales en casi
toda la región. No obstante, a pesar de la devaluación en relación al dólar
exhibida últimamente, las exportaciones no se han logrado recuperar, dejando en
evidencia los retos de competitividad para la región, donde, de acuerdo al WEF,
la productividad ha disminuido durante los últimos 20 años.
El
WEF o FEM define la competitividad como el conjunto de instituciones, políticas
y factores que determinan el nivel de productividad de una economía. El índice
está constituido por 114 indicadores
que capturan conceptos que atañen a la productividad y al desarrollo de largo
plazo, agrupados en doce categorías
conocidas como “pilares de
competitividad”: instituciones, infraestructura, entorno macroeconómico,
sanidad y enseñanza primaria, enseñanza secundaria y formación, eficiencia del
mercado de bienes, eficiencia del mercado laboral, desarrollo del mercado
financiero, preparación tecnológica, tamaño del mercado y sofisticación
empresarial e innovación.
Así
las cosas, Argentina se destaca en capacitación y educación universitaria,
mientras que el entorno macroeconómico es el pilar en el que peor se clasifica.
Asimismo,
la encuesta del WEF identifica los factores que considera más problemáticos
para hacer negocios en cada economía. En Argentina, los resultados expuestos
plantean la necesidad de hacer frente a la inflación, mejorar la relación
impositiva respecto a las ganancias y acercar los servicios financieros a las
necesidades de negocio. También marca la necesidad de mejorar la calidad de las
instituciones y un marco de mayor protección a la propiedad intelectual.
La calidad
de la educación y el uso del talento humano fueron señalados como indicadores
de progreso.
Para
quienes les resulte interesante consultar el informe, aquí les dejo el enlace:
Diversificación
para lograr competitividad
Refiriéndose al mismo ICG del FEM, la revista Mercado dice que
esta tendencia a la baja lleva ya una década, se refiere a países en todos los
niveles de ingresos y se atribuye principalmente a un incremento de las
barreras no arancelarias, la carga que suponen los trámites aduaneros, el
impacto de las normas sobre la inversión extranjera directa y el predominio de
la titularidad extranjera.
Esto es especialmente relevante para Latinoamérica en un momento
en el que los países buscan diversificar sus economías y encontrar nuevos
motores de crecimiento económico.
“El declive en la apertura de la economía global está afectando la
competitividad y dificultando la tarea de lograr crecimiento inclusivo y
sostenible”, afirma Klaus Schwab, fundador y presidente ejecutivo del Foro
Económico Mundial. Este informe también arroja luz sobre por qué la relajación
cuantitativa y otras medidas de política monetaria han sido insuficientes a la
hora de reactivar el crecimiento a largo plazo para las economías avanzadas del
mundo.
El informe concluye que las intervenciones por parte de economías
con puntuaciones comparativamente más bajas en el ICG no generaron el mismo
efecto que aquellas llevadas a cabo en economías con altas puntuaciones, lo que
sugiere que una mejor competitividad
subyacente es un requisito clave para que el estímulo monetario tenga éxito.
El informe ofrece información sobre cómo las prioridades podrían
estar cambiando para aquellos países en las primeras etapas de desarrollo.
Si bien los motores básicos de competitividad como la
infraestructura, la salud, la educación y el buen funcionamiento de los
mercados siempre serán importantes, los datos del ICG sugieren que desde 2014,
el rendimiento de los países en términos de absorción tecnológica,
sofisticación empresarial e innovación adoptó un papel más importante a la hora
de aumentar el PIB per cápita.
La absorción tecnológica, la sofisticación empresarial y la
innovación son decisivas a la hora de aumentar el PBI per cápita.
La Argentina, penúltima en competitividad de costos
de la industria
Otro informe, publicado
por Liliana Franco en Ámbito, muestra el ranking publicado por la Escuela de
Negocios IMD (International Institute for
Management Development, que se encuentra en la ciudad de Lausana en Suiza).
Indica que, pese a que ha
avanzado algunos puestos con relación al año pasado, la Argentina sigue
siendo uno de los países menos competitivos del mundo. El
ranking 2016 del IMD ubica al país en el puesto
55 (sobre 61 naciones) con un avance de 4 posiciones con relación al año
anterior.
Entre los criterios generales que toma en
cuenta esta reconocida escuela de negocios, en
el capítulo infraestructura es donde la Argentina se encuentra mejor
posicionada, con el puesto 51. Aquí
se considera la base tecnológica, científica y de recursos humanos necesarios
para el desarrollo de los negocios.
Por el contrario, en lo concerniente a la capacidad del gobierno para llevar adelante políticas que conduzcan a la competitividad, la administración argentina se lleva una de las peores calificaciones, con el puesto número 58, sólo superada por unos pocos países como Venezuela.
Algo mejor se ubica el país en la calificación sobre la forma en que las empresas están desarrollado de manera innovativa, rentable y responsable su tarea. En este caso se sitúan en el puesto 55.
El cuarto criterio que toma el IMD es la evolución de la macroeconomía del país, aspecto que localiza en el puesto 53 a la Argentina.
El informe da cuenta de los sectores en los que el país logró los mayores avances y también los retrocesos más marcados.
Para mejor
Entre los factores que registran los progresos más
significativos en el año en curso con relación al anterior, se destacan: la transparencia, la situación de las
finanzas públicas, la política monetaria del Banco Central, el combate contra
los sobornos y la corrupción y la calidad de las decisiones gubernamentales.
Para peor
Por el contrario, los aspectos que desmejoraron en la Argentina
son: el déficit de la cuenta corriente, el desequilibrio de las cuentas del
Tesoro, la cantidad de maestros por alumnos en la educación secundaria, la baja
en el producto bruto interno por habitante y la remuneración de los directivos,
entre otros.
El trabajo, que contó con la colaboración de la Universidad Católica Argentina (UCA), señala cinco desafíos para el año en curso. Ellos son:
- Sostener la estabilidad económica a través de una creciente cohesión social y política.
- Fortalecer la administración pública y el imperio de la ley.
- Contener las presiones inflacionarias mediante políticas monetarias y fiscales, pero sin poner el peligro el crecimiento.
- Fomentar la competencia en sectores clave en la formación de precios.
- Desarrollar incentivos para estimular la actividad empresarial y la internacionalización en actividades con mayor valor agregado.
Hong Kong, primero
El ranking 2016 arroja como novedad que Estados Unidos resignó el puesto de país más competitivo que detentó en los últimos tres años, para pasar a un tercer lugar. El primero en el podio corresponde a Hong Kong, seguido de Suiza.
Los "top ten" se completan con Singapur, Suiza, Dinamarca, Holanda, Holanda, Noruega y Canadá.
El factor común entre los países más competitivos, señala el informe, es que "se focalizan en una regulación favorable para el desarrollo de los negocios, cuentan con infraestructura, tanto física como intangible, e instituciones inclusivas".
En cuanto al contexto latinoamericano, Chile con el puesto 36 es el país mejor posicionado. La Argentina fue el único país que progresó en el último ranking, superando a Brasil que se encuentra en el puesto 57.
Índice de Competitividad
Global
La columna vertebral
del informe, y otra forma de medición del FEM, es el Índice de Competitividad
Global (ICG), que captura el conjunto de instituciones, políticas y factores
que determinan el crecimiento económico sostenible y ayudan a explicar por qué
algunos países son más exitosos que otros en elevar, de manera sostenible, su
productividad, niveles de ingreso y oportunidades para sus respectivas
poblaciones.
Es
decir que, el índice de competitividad mide la habilidad de los países de proveer
altos niveles de prosperidad a sus ciudadanos y cuán productivamente utiliza
sus recursos disponibles.
Argentina ha
obtenido 3,79 puntos en este Índice
de Competitividad y ha empeorado su puntuación respecto al informe de 2015 porque,
si bien es cierto que obtuvo el mismo índice de 3,79 puntos, bajó del puesto
104 al 106 en el ranking de competitividad.
Se miden
142 países y, para poner en perspectiva, señalemos que Suiza mide 5,72, Estados
Unidos 5,48 y, en América Latina, Puerto Rico 4,67, Chile 4,61 y Panamá 4,50.
En la
tabla mostramos la evolución de la posición de Argentina en el Índice de
Competitividad Global:
Argentina - Índice de
Competitividad Global
Fecha
|
Ranking
de Competitividad
|
Índice
de Competitividad
|
2016
|
106º
|
3,79
|
2015
|
104º
|
3,79
|
2014
|
104º
|
3,76
|
2013
|
94º
|
3,87
|
2012
|
85º
|
3,99
|
2011
|
87º
|
3,95
|
2010
|
85º
|
3,91
|
2009
|
88º
|
3,87
|
2008
|
85º
|
3,87
|
2007
|
70º
|
4,02
|
La
competitividad del campo argentino y la cuestión ambiental
En abril de este año, el diario La
Nación decía que “Quienquiera que conozca las características de la economía
productiva argentina sabe que el campo es el que hace los mayores aportes
relativos a la riqueza del país. Se debería saber de igual manera que los índices de productividad de las actividades agrícolas y ganaderas
figuran al tope, en términos internos comparados con otras actividades, por
tratarse del sector que se plantea, de modo constante, cómo mejorar su
competitividad en el orden internacional”.
“O se hacen las cosas bien, a fin de medirse con éxito en el
plano externo, o uno se queda condenado a los límites del mercado interno”.
El daño
está en estar buscando permanentemente amparo en regulaciones estatales, que
por lo general subsidian, establecen barreras arancelarias o paraarancelarias,
o distorsionan los precios relativos, como en el caso del valor de la moneda.
Con
las medidas del nuevo gobierno el campo se ha movilizado una vez más para
acrecentar en la campaña por iniciarse los índices de productividad.
“La Argentina es más un supermercado de dimensiones mundiales
que un granero abastecedor de puertos”.
Esto
implica no sólo producir commodities -soja, maíz, trigo, cebada, girasol,
carnes-, sino multiplicar su valor en procesos de industrialización de materias
primas. Así se generarán, además, nuevas fuentes de trabajo”.
El
estado de la infraestructura da una dimensión de las posibilidades reales de
desarrollo del país. La nuestra ha sido descuidada hasta el punto que, su
degradación paulatina y la inseguridad física de los pobladores rurales, son
las principales razones para que abandonaran campos quienes los habitaron por
generaciones.
También
pone su acento en que la competitividad, como objetivo vinculado al desarrollo
nacional, es incompatible con la ausencia de criterios sobre sustentabilidad
social, económica y ambiental.
En
2018, por los compromisos contraídos en los protocolos recientemente firmados, la Argentina deberá dar a conocer cuáles
serán sus contribuciones a un mejoramiento de la situación en materia de
calentamiento global. Ha llegado el momento de pensar las cuestiones
ambientales, más que a partir de las fronteras políticas internas, desde la
perspectiva de ecorregiones comunes en ventajas y problemas.
“Cuando
la población mundial es de más de 7000 millones y aumenta a razón de un uno por
ciento cada año, el planeta ordena autodefensas que los propios productores
argentinos han condensado antes de ahora en la meta de "producir conservando". Frente a una comunidad
internacional más inquisidora sobre las prácticas agronómicas, tener esto en
cuenta será decisivo a la hora de generar la competitividad de nuestro campo”.
Competitividad desigual
entre sectores
En su columna en El Economista,
Facundo Matos Peychaux nos dice que el saldo exportador en los primeros ocho meses del año 2016 fue
negativo por primera vez desde 1999 para ese período, según datos de la Aduana.
De cara a los próximos años, el dato supone un desafío: más allá de lo que se
logre con ajustes a la política macroeconómica, un verdadero desarrollo del
mercado exportador debe venir con una
mayor inserción mundial y diversificación en productos y destinos. Esta
afirmación es producto del primer ranking que mide la competitividad por
sectores, desarrollado por la consultora Abeceb.
Los
sectores más competitivos, según el informe, son Alimentos, Insumos metálicos
básicos y Farmacéutica, mientras que Madera, Indumentaria, Materiales de
construcción y Calzado son los menos competitivos. Por otra parte, Automotriz,
Productos químicos, Bebidas y Autopartes, son los sectores que más
evolucionaron en la década 2004-2014.
Según el
trabajo que realizó esta consultora Abeceb, liderada por el economista Dante Sica, nuestro país está en el 25 lugar
entre 26 países en
un listado que mide el costo laboral para fabricar una unidad de
producto, o el Costo Laboral Unitario Global de Manufacturas (CLU).
"Es una medida usada internacionalmente para determinar la ”competitividad de costos” o “competitividad
precio” entre los países".
El
columnista entrevistó a Dante Sica, quien explicó que “desde finales del 2000,
hubo una recuperación del volumen industrial pero no cambió el patrón. El
desafío es hacer un cambio estructural más fuerte en los próximos años. Viene
una etapa en la cual hay que invertir mucho para ampliar capacidad y mejorar
eficiencia no solo a nivel de la planta sino a nivel del país. Porque la
competitividad sectorial se vincula mucho a la nacional. Una macro desestabilizada te aumenta la complicación de la micro”.
Tener
un mercado de capitales chico, una moneda no sana, apreciación del tipo de
cambio y discrecionalidad de reglas son cosas que afectan bastante.
Hay que
ganar competitividad, pero no sólo por la productividad espuria que te da el
tipo de cambio.
“La
inflación siempre es un flagelo, tener una moneda débil implica que tengas un
mercado de capitales poco desarrollado y eso es un factor de pérdida de
competitividad. Pero está claro también que Argentina no va a
competir por mano de obra. Somos un país de costo medio-alto que tiene que
generar industrias, sectores y empresas que generen alta productividad para absorber los costos de mano de obra, que son
mayores que el resto de nuestros competidores”.
Conclusiones
Para
los que tuvieron la paciencia o, mejor dicho, el interés de leer todas estas
consideraciones sobre la competitividad para los países en general, y para la
Argentina en particular, tal vez todavía no hayan logrado resolver lo planteado
al principio: cómo influye este concepto, tan complejamente técnico, en nuestra
vida cotidiana.
Pues
permitime decirte que, aunque la principal responsabilidad recae sobre los
gobiernos y la dirigencia en general (política, empresaria y sindical), todos
tenemos algo que ver y que hacer. Seguramente teniendo en cuenta el sector en
el que nos desempeñamos, ya seas un trabajador, un pequeño comerciante o
pequeño industrial, un productor agropecuario, un empresario mediano o grande,
un supermercadista, un administrador portuario, una universidad o un profesor,
un científico o un innovador.
La competitividad no se pide como un deseo al “genio de la
lámpara”.
A
partir de reglas orientadas a generar las condiciones para conseguirla, todos
tenemos una cuota que aportar si queremos conseguir la capacidad para producir bienes y servicios de forma eficiente
(precios decrecientes y calidad creciente), de tal manera que puedan competir y
lograr mayor cuotas de mercado, tanto dentro como fuera del país. Y con eso
derramar beneficios sobre todos los sectores de la sociedad.
Cuando planteamos algunas pujas distributivas con cierto
“salvajismo” (hay pujas redistributivas que son muy legítimas), flaco favor le
hacemos a la competitividad. Los sindicatos pujando por mayores salarios, los
empresarios por bajarlos, los formadores de precios aumentando sin
justificación y “por las dudas”, los que fijan precios intermedios en las
cadenas de valor aplicando altos precios sin importarles el conjunto, los que
no invierten en capacitar a su gente fomentando la mejor productividad por
talento y calidad, los que tienen que invertir en nuevas tecnologías porque las
que usan han entrado en obsolescencia, los argentinos con capacidad para
invertir y que no lo hacen esperando que vengan a invertir los de afuera.
Con todos
pensando en el “agua para el molino propio” y casi en un “sálvese quien pueda”,
flaco favor le hacemos a la competitividad.
Este es “un carro que hay que tirar entre todos”, con la
cuota que a cada uno corresponda y desde el lugar en donde estamos.
No hay crecimiento ni desarrollo para la Argentina si no
comprendemos que su competitividad es esencial, si el concepto nos resulta
indiferente o si sentimos que nosotros no tenemos nada que ver.
Inteligencia, solidaridad, inspiración y coordinación en la
acción es lo que nos hace falta.
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