miércoles, 17 de agosto de 2016

Padre nuestro que estás en el bronce

El don de ser Don

Hace unos días, en ocasión de escribir sobre unas propuestas para nuestra Ciudad-Puerto (Bahienses a las cosas. Parte III), y lo bueno que sería finalizar la obra del Frente Costero, comenté que el emplazamiento del acceso al mismo está sobre lo que fue el viejo basural a cielo abierto de la ciudad “Belisario Roldán”.

Y dije allí que era una fea ironía hacia este brillante político y periodista argentino y cordobés, autor de la famosa pieza oratoria “Padre nuestro que estás en el bronce” cuando se inauguró el monumento a San Martín en Boulogne Sur-Mer, para que en Bahía le hayan puesto su nombre a un basural. Claro que esto se debió a que, justo por esa zona, discurre una calle con ese nombre.

Hoy, a 166 años del fallecimiento de Don José de San Martín, quiero mencionar a Don Belisario por otras razones.

Don o doña es un vocablo de origen hispano, muy usado protocolarmente, que antecede al nombre de una persona y que se usa como una expresión de respeto, cortesía o distinción social. Según el Diccionario de la lengua española de la Real Academia Española, el tratamiento don proviene del latín domĭnus (propietario o señor), término que también dio origen a la palabra dueño.

Más que preceder el nombre de una persona con cualquier título como doctor, contador, abogado o general, merecer el tratamiento de Don marca un respeto universal y que, en la vida, hay que ganárselo.

Por eso quiero referirme a estos dos Dones, de diferentes tiempos de nuestra historia, porque seguro que se lo han ganado.

Don Belisario

Nació en Buenos Aires, Argentina, el 16 de septiembre de 1873. Fue político, orador, autor teatral, periodista y realizó estudios secundarios en el colegio nacional central, ingresando a la facultad de derecho en 1889 y doctorándose en jurisprudencia en 1896. Militó en las filas de la Unión Cívica Nacional y fue elegido diputado nacional en 1902. También fue nombrado miembro de la Real Academia de la Lengua.
Dejó como legado cinco libros de poemas: “La senda encantada”, “Bajo la toca de lino”, “Letanías de la tarde”, “Llamas en la noche” y “Poesías completas”. También fue autor de tomos de narrativa, “Cuentos de amargura” (1917) y “Las venas del arrabal” (1920). Como dramaturgo escribió “El rosal de las ruinas”Ell puñal de los troveros” (1921), “Los contagios” (1915), “Luz de hoguera””Cosas de París”, con un total de 29 obras.
Fue un gran orador, y en 1909 se le encomendó asistir a la inauguración del monumento al General Don José de San Martín en Boulogne Sur-Mer (Francia), donde pronunció una recordada pieza oratoria que comenzó con la frase: "Padre nuestro que estás en el bronce" parafraseando, obviamente, el comienzo de la oración del Padre Nuestro cristiano. Algunas historias recordadas por la memoria de algunos, cuentan que Don Belisario era un tomador empedernido de bebidas "espirituosas" y que, previamente a tener que pronunciar su discurso, se fue a un bar y rápidamente entró en una embriaguez firme, y ese fue el estado con el que pronunció uno de los mejores discursos de su vida. 
Falleció en Alta Gracia, provincia de Córdoba, el 17 de agosto de 1922.  Sus restos descansan en el Cementerio de La Recoleta, en la ciudad de Buenos Aires. Una calle en ese Buenos Aires, otra en Mar del Plata, y la nuestra en Bahía Blanca, llevan el nombre “Belisario Roldán” en homenaje a su labor.
El final de Don José

Esto fue publicado en la página oficial del Instituto Nacional Sanmartiniano bajo el título “Final en Boulogne Sur Mer”:

Casa de San Martín en Boulogne Sur-Mer
La familia se instaló en los altos de la casa situada en la Grand Rue 105, propiedad del abogado Alfred Gerard, director de la Biblioteca Pública de la ciudad, quien ocupaba la planta baja del edificio. Hasta aquel sosegado retiro le llegaron a San Martín las insistentes invitaciones de tres gobernantes de países americanos para que se trasladara a las patrias que había ayudado a fundar: Argentina, Chile y Perú. La decisión de vender su dilecta residencia de Grand Bourg, concretada el 14 de agosto de 1849, parecía confirmar su decisión de alejarse de la convulsionada Francia.

El general compartía sus días con su hija Mercedes, su yerno Mariano Balcarce y sus nietas Mercedes y Josefa. A fines de la primavera de 1850 se trasladó, para atenuar sus dolencias, a los baños termales de aguas sulfurosas de Enghien, cerca de París. Permaneció allí hasta el mes de julio, recuperándose parcialmente.

Escribe Mariano Balcarce: "no pudo, por el mal tiempo, hacer el ejercicio que le era necesario; perdió el apetito y fue postrándose gradualmente. Aunque sus padecimientos destruían sus fuerzas físicas y su constitución, que había sido tan robusta, respetaban su inteligencia. Conservó hasta el último instante la lucidez de su ánimo y la energía moral de que estaba dotado en alto grado."

El 17 de agosto, hacia las dos de la tarde rodeando su lecho su hija, su yerno, las niñas y Francisco Javier Rosales -encargado de la representación de Chile en Francia-, se produjo una nueva crisis de gastralgia y fue recostado en el lecho de su hija, a quien le dijo: "Mercedes, esta es la fatiga de la muerte...". Sus últimas palabras fueron para pedir a Mariano que lo condujera a su habitación. A las tres de la tarde expiró.

Registrado oficialmente el deceso, se embalsamó el cadáver y el día 20, poco después de las seis de la mañana, salió de la casa de Gerard un reducido cortejo que se detuvo, para un responso, en la iglesia de San Nicolás. Después, la triste procesión continuó hacia la catedral de Nuestra Señora de Boulogne donde, gracias a los buenos oficios del abate Haffreigue, sus restos fueron depositados en la cripta catedralicia. Allí reposarían hasta su traslado, en 1861, al panteón familiar en el cementerio de Brunoy.

Monumento en Bahía Blanca
Más allá de la casa que habitó y en la que murió, existen otros dos lugares en la ciudad que evocan la memoria de San Martín: el monumento en la avenida que bordea el mar, inaugurado el 24 de octubre de 1909, y la cripta de la Capilla de Notre-Dame de Boulogne-sur-Mer, donde sus restos reposaron durante 11 años hasta que fueron trasladados al cementerio de Brunoy, en los alrededores de París, para luego ser llevados a la Catedral Metropolitana de la Ciudad de Buenos Aires, el 28 de mayo de 1880.


Precisamente, una comisión de argentinos en París promovió y concretó, en 1909, la erección de una estatua ecuestre del Gran Capitán en Boulogne Sur-Mer, obra del escultor francés Henri Allouard.

En el acto inaugural se destacó la memorable pieza oratoria de Don Belisario Roldán "Padre nuestro que está en el bronce" que, en sus partes salientes, dice:

“Padre nuestro que está en el bronce. Las progenies multiplicadas levantan su corazón para exclamar: hemos hecho la Patria que soñaste, es fecunda como tu vida, altiva como tus vanguardias, eminentes como las cumbres, en dignidad, en esfuerzo, en avance legítimo y también en virtudes, ha hecho honor en todo tiempo al relámpago soberbio que a manera de aurora trazó tu espada el día tormentoso del nacimiento y así, como siguiendo tu imagen viva entró en la libertad, entra a la gloria un siglo después, por el pórtico de Francia.

Quede ahí tu estatua por siempre jamás al amparo de la potente soberanía en cuyo suelo naciera como un brote espontáneo de la entraña generosa, séale propicio el murmullo de esa misma mar que arrulló las últimas nostalgias del proscripto, la ola que llega rumoreando a quebrarse en estas altas playas traerá hasta el momento, como un eco de la tierra bien amada el solemne latido de la patria y que allá, en los más lejanos días del porvenir, cuando sobre el polvo de todos nosotros haya pasado rodando la caravana implacable de los años y al beso de los soles y las lunas haya envejecido esa frente de bronce, aquellos hijos de nuestros hijos que recorran Europa sientan descubierta la cabeza y arrodillada el alma, que tiembla en sus corazones la plegaria sin palabras de todas las gratitudes”.

El milagro de la estatua

Monumento en Boulogne Sur-Mer
Durante la Segunda Guerra Mundial, estando la ciudad bajo ocupación nazi, Boulogne Sur-Mer soportó 487 bombardeos aéreos aliados y una gran cantidad de ataques navales cuyo objetivo era destruir una base de submarinos alemana. Ante tales ataques, desparecieron barrios enteros de la ciudad, en especial del área costera. 
Esta base estaba emplazada a unos doscientos metros de la estatua erigida en honor a Don José de San Martín, y casi todo el lugar fue destruido, excepto la estatua. 
Numerosas bombas estallaron a uno y otro lado del monumento y solo algunas ligeras esquirlas tocaron su base. Fotos posteriores a la Liberación muestran las ruinas y, entre ellas, casi intacta la escultura a San Martín. Según testimonios de la época, para el pueblo boloñés, se trató de un milagro, y así lo llamaron: el milagro de la estatua de San Martín.

Máximas universales

Para finalizar este homenaje a Don Belisario Roldán y a Don José de San Martín, en un nuevo aniversario de su partida hacia la inmortalidad, permítanme recordar las Máximas que escribió para su hija Mercedes Tomasa, en Bruselas en el año 1825, por su validez universal para cualquier persona.
1. Humanizar el carácter y hacerlo sensible aún con los insectos que nos perjudican. Stern ha dicho a una Mosca abriendo la ventana para que saliese: Anda, pobre Animal, el Mundo es demasiado grande para nosotros dos.
2. Inspirarla en el amor a la Verdad y el odio a la mentira.
3. Inspirarla en gran Confianza y Amistad, pero uniendo el Respeto.
4. Estimular en Mercedes la caridad con los pobres.
5. Respeto sobre la propiedad ajena.
6. Acostumbrarla a guardar un secreto.
7. Inspirarla en sentimientos de indulgencia hacia todas las religiones.
8. Dulzura con los criados, pobres y viejos.
9. Que hable poco y lo preciso.
10. Acostumbrarla a estar formal en la mesa.
11. Amor al aseo y desprecio al lujo.
12. Inspirarla en el amor por la Patria y por la Libertad.

Gloria eterna al Padre de la Patria!






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