lunes, 8 de agosto de 2016

El que rompe…paga

Reposición de bienes públicos, rotos por privados

Seguramente este comentario resultará antipático para algunos y, tal vez, justo para muchos. Otros dirán que es “políticamente incorrecto”, como se dice ahora, porque en algún momento desempeñé responsabilidades públicas. Pero como en tantas otras cosas que imaginé en esos tiempos, y que no se pudieron hacen por resistencias del sistema, lo digo con libertad de conciencia y sujeto a que el lector comparta o disienta.

Y para muestra nomás, recordemos el proyecto de colocar barandas en algunas esquinas (no sólo en una) del centro de la ciudad, desplazando las sendas peatonales para proteger a los que circulan de a pie. Fui blanco de bromas, críticas e insultos diversos, cuando la Argentina y el mundo está lleno de centenares de ejemplos. Y, a la postre, la “prueba piloto” de Belgrano y San Martín no sólo no se continuó con el resto de las esquinas programadas, sino que simplemente se levantó.

Bueno, vayamos al tema propuesto. En estos días se ha visto, con inusual frecuencia, diversos choques en distintos puntos de la ciudad, algunos de los cuales protagonizados por conductores alcoholizados. Por supuesto que la primera cuestión que importa es si se han producido lesiones a las personas, ya sea al infractor o a sus eventuales acompañantes o a otros involuntariamente involucrados.

Salvado este aspecto principal, quedan los posibles daños a las cosas, sean de propiedad privada o pública. Los asuntos entre privados quedan reservados a estos y la discusión, sea civil o penal, se dará entre responsables y damnificados, abogados y compañías de seguros.

Pero, cuando los bienes dañados son públicos, es decir, que son propiedad de todos los habitantes porque han sido costeados con recursos públicos, quién se hace cargo?

Y esto viene a cuento de los clásicos choques contra semáforos. Las noticias reportan, por ejemplo, “un automovilista chocó contra un semáforo” y la foto muestra los daños en el vehículo y el semáforo caído o inclinado por el impacto, pero rara vez nos enteramos cómo se repone lo que se ha roto y, sobre todo, quién lo paga.

Según he revisado en algunos portales, el costo de un semáforo ronda entre los 7.000 y los 30.000 pesos, según sea completo, el cabezal, las luces led, sus controladores, la columna, etc.

En los tiempos en que me tocó desempeñarme en la Dirección de Tránsito y Transporte municipal, que contenía a todas las áreas que hoy han sido divididas, la cuestión de los semáforos dependía del departamento de Electricidad y Mecánica de la Secretaría de Obras Públicas, o sea, de otro sector. No sé si hoy esto continúa así, pero supongo que sí.

Pues bien, cuando en aquellos tiempos (porque este tipo de daños han ocurrido siempre) les planteaba esto de quién se haría responsable del costo de la reposición, se me contestaba que era una situación complicada este tipo de reclamos, que era un riesgo que se asumía como público y, en definitiva, el municipio se hacía cargo. Nunca estuve de acuerdo.

Hoy, y en este comentario, planteo lo mismo. Hay una vieja frase en la jerga de los seguros que dice “quien pega…paga”, salvo algunas excepciones que los aseguradores y las pólizas se encargan de aclarar muy bien.

Sería bueno, entonces, que una vez que se ha salvado la cuestión de ocuparse de las posibles consecuencias o daños sobre las personas en este tipo de siniestros, sepamos con claridad quién termina haciéndose cargo de reponer los bienes dañados, porque no es gratis mandarse una “macana” para que la paguemos entre todos.

Cuando éramos chicos decíamos al usar las cosas de otros, y esta máxima no ha cambiado para nada con los años, “el que rompe… paga”.
















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