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miércoles, 12 de julio de 2017

La política económica y el bolsillo de la gente

El corazón tiene razones que la razón no entiende (Blaise Pascal)

Quiero compartir con los lectores del blog la nota completa con autoría de Germán Fermo, PhD. en Economía de la UCLA y Máster en Economía del CEMA, publicada el 5 de julio de 2017 en “El Cronista”, con el título “Sube el dólar, bajan las LEBACS y recupera la soja: ¿y ahora qué hacemos?”

¿Por qué lo hago? Porque estas son las decisiones (o las indecisiones) que afectan el bolsillo de la gente, pero que la mayoría de la gente no entiende. Y precisamente, porque el “ciudadano de a pie” está lejos de ser un experto en las técnicas y medidas de política económica y sólo puede apreciar, con crudeza e impotencia si lo perjudican, o con alegría si le producen un mejor pasar, es que elige a quienes tienen que aplicarlas porque se supone que son los que saben o supuestamente saben. Y en este trabajo de Fermo está lúcidamente expuesto.

Germán Fermo
La nota se ubica en el contexto actual y plantea, como ya lo hemos hecho en otras notas en estas columnas, los peligros del gradualismo con déficit fiscal creciente, la toma de deuda externa para financiarlo, la política monetaria anti inflacionaria de altas tasas de interés con alta renta en dólares y, lo más importante: el debate entre la impaciencia de la gente y la inevitable cantidad de tiempo que hace falta para que esta política tenga chance de obtener éxito.

Vale aquí la famosa frase de John Maynard Keynes: “en el largo plazo estaremos todos muertos”.

Aquí va la nota completa:

“Si se acelera el auto y al mismo tiempo se lo frena, uno corre el riesgo de romperlo. 

John Maynard Keynes
Si comprendo bien, ¿somos keynesianos por el lado fiscal y la jugamos a Friedman del lado monetario?, parecería que tenemos una vocación irresistible a desafiar la ley de gravedad. La política económica del oficialismo terminó sólo siendo desinflación. Llevar a cualquier país a inflación de un dígito es lo correcto, pero me pregunto si ante una política fiscal totalmente inconsistente como la implementada por el gobierno, dicho resultado será sostenible en el tiempo, más aún, sabiendo que la contracara de la desinflación es el endeudamiento externo.

Decidimos desinflacionar al país en un marco de déficit fiscal creciente, lo cual desafía al sentido común más básico.

Y en especial, si venimos de una tasa de inflación del 40%. No estoy cuestionando la desinflación como objetivo, lo que sí critico es si dicha meta no se llevará puesta a todas las otras y culmine siendo solamente un esfuerzo a lo “Quijote”.

Este gobierno reemplazó la emisión masiva de pesos de la administración anterior por emisión a escala de deuda en moneda extranjera, cambian los gobiernos, cambian las distorsiones escogidas, pero el resultado final parecería seguir siendo el mismo de siempre: una economía decadente, con crónica incapacidad de generar crecimiento sostenido y que pide a gritos una reestructuración global que ningún político se anima a realizar, un poco por falta de apoyo social y otro poco, por falta de audacia, convicción e ideas.



Desinflacionar necesita ineludiblemente enfriamiento económico como el que venimos observando desde hace año y medio, en especial, ante una psicología argentina tan inercial, pero también, se observa al oficialismo prometiendo una y otra vez, una secuencia “contundente” de brotes verdes a través de un programa piramidal de obra pública.


Muchos estamos ya empezando a no comprender este equilibrio general cuya película dinámica no cerró nunca. Empiezo a cuestionarme si esta evidente disociación entre política monetaria y fiscal sea el sendero óptimo a seguir, veo mucho esfuerzo de un lado y cero del otro. Desde el Ministerio de Hacienda se necesitaría vivir esta realidad crítica en la que estamos con un marcado sentido de urgencia y apartados de la actual parsimonia con la que parecerían encarar los problemas.

Desde que asumió este renovado equipo de Hacienda se me hace imposible encontrar una sola medida macroeconómicamente relevante. Si fuésemos Noruega, no me preocuparía, pero

La Argentina de hoy requiere otra velocidad de decisión.

El formidable retorno dolarizado de las Lebacs. 

Pensar que el dólar iba a quedar dormido hasta la eternidad asegurando un retorno dolarizado en Lebacs por encima del 20% anual y más aún, en pleno trimestre electoral, terminó siendo una ingenuidad. De todas formas, el carry-trade en pesos vía Lebacs, y a pesar de la reciente apreciación del dólar frente al peso argentino, sigue siendo todavía una posición que ha redituado para su tenedor un formidable retorno en dólares cercano al 5% desde inicios de año, lo que anualizado resultaría en un 10% aproximado, nada mal para un mundo anclado en tasa cero.



En este contexto, la pregunta que muchos se están haciendo es cómo transitar un tercer trimestre con claro sesgo electoral que comenzó siendo mucho más volátil que sus dos predecesores de año, finalmente algo del riesgo político implícito hasta agosto está siendo descontado en el tipo de cambio y en la renta fija, las acciones por el momento, han quedado sorprendentemente inmunes al escenario actual. Además, que la tasa a 10 años en USA haya subido en sólo una semana 20 puntos básicos (del 2.13% al 2.35% actual), ayudó a un fortalecimiento del dólar en todo el mundo emergente, estar más abiertos al mundo implica también participar de las tendencias generales que impactan a los mercados internacionales.

Nada es gratis: vivir en un sistema de tipo de cambio flexible nos obliga a asumir volatilidad cambiaria o a inmunizarla. 

Lo acontecido especialmente en estos últimos días es un ejemplo de libro de los riesgos que se asocian a un carry-trade. Estar comprado en Lebacs devengando tasa, implica una posición en moneda local cuyo premio es el devengamiento de tasa de interés en pesos y su castigo potencial resulta en los embates que de vez en cuando, hace el tipo de cambio.

Sin embargo, parecería que el carry-trade seguirá teniendo dos aliados muy fuertes una vez finalizado este volátil y hasta ahora, cruel tercer trimestre. Primero, el BCRA probablemente siga firmemente comprometido en su solitaria, pero elogiable cruzada anti-inflacionaria, con tasas relativamente de punta frente al dólar y la inflación. Segundo, paradójicamente, el principal aliado del carry-trade en pesos no es la tasa del central sino la política de endeudamiento masivo que seguirá ejecutando un gobierno convencido en que la obra pública apalancada es la solución al endeble equilibrio macroeconómico que transitamos y sin otra idea alternativa superadora.

En este entorno, los dólares seguirán entrando vía deuda, generando la crónica apreciación del peso frente al dólar que en promedio hemos venido observando desde casi un año y medio ya. Por lo tanto, tasas reales positivas vía política monetaria del BCRA y un dólar en promedio rezagado frente al peso, resultan en un coctel que probablemente seguirá definiendo al devengamiento en Lebacs como una alternativa de inversión de bajo riesgo, que lejos está de desaparecer del menú de opciones de portafolio y a pesar del comportamiento de la moneda americana en estos últimos días.

¿El campo liquidando tenencias?: la soja se recuperó cerca de 6% en estos últimos días. Sería razonable esperar una aceleración en la liquidación de exportadores motivados por dos efectos. 

Primero, la soja ha tenido una razonable recuperación en estos últimos días, aproximando un salto cercano al 6%, si bien en lo que va del año, sigue acumulando un retorno negativo cercano al 2.5%. Segundo, el dólar escaló contra el peso en un 6% aproximado recientemente. Por lo tanto, un precio spot de soja bastante mejor (+6%) y un precio spot del dólar acompañando la tendencia (+6%), deberían aumentar el atractivo a la liquidación de tenencias que hoy lucen un 12% mejor que sólo un par de días atrás.

Si este escenario se diese como espero, probablemente deberíamos observar en las próximas semanas un dólar un poco más tranquilo, aumentado nuevamente el atractivo hacia el rearme de posiciones en pesos devengando en la parte corta de la curva de Lebacs, pero en vez de construirse a niveles de 15.60 como en mayo, se estarían generando a un precio del dólar cercano a los 17 pesos.

La posibilidad de armar carry en pesos en estos niveles del dólar, permite simultáneamente disminuir la probabilidad de que otro embate ocurra y aumentar a la vez, las chances de que un dólar cediendo en las próximas semanas enriquezca el carry vía apreciación del peso frente al dólar. O sea, además de tasa mensual, un inversor que construyera posiciones a estos niveles podría tener la chance de beneficiarse no sólo por el devengamiento de la tasa sino por una potencial apreciación del peso frente a un respiro del dólar, que no descarto. A esto se le suma la parte corta de Lebacs rindiendo 26%.

Equilibrando la cartera: algo en pesos y algo en dólares de baja “duration”, hasta que culmine el tercer trimestre.

Federico Sturzenegger
Y para aquéllos que quieran transitar el tercer trimestre un poco más equilibrados en monedas y rindiendo a la vez un carry interesante, es importante destacar que la parte media de la curva soberana ha tenido un incremento de rendimiento nada despreciable. En los primeros días de junio el rendimiento del AY24 (Bonar 2024) rondaba 4.15%, cuando hoy lo hace cerca de 5%. Este bono exhibe una baja volatilidad-precio ya que tiene duration 3.70 años y, por lo tanto, aislaría al tenedor de volatilidad tipo de cambio (ya que son denominados en dólares) y a la vez, le permitiría rearmar carry en la parte media/corta de la curva soberana a una tasa nada despreciable de 5%, frente a poca volatilidad esperada.

Probablemente, el riesgo electoral llegó para quedarse, por lo que no me imagino a ningún mercado de renta fija local demasiado relajado hasta que se conozcan los resultados de las PASO. Una posición incluso mucho más conservadora sería posicionarse directamente en la parte más corta de dólares vía Letes, con un rendimiento aproximado del 3%. En ese sentido, parecería tener sentido no subestimar los dos principales focos de incertidumbre: riesgo cambiario y riesgo duration y diversificar la cartera en consecuencia.

De la coyuntura irrelevante al mediano plazo. 

Independientemente de consideraciones específicas respecto al retorno de una u otra posición puntal de cortísimo plazo como analizamos en los párrafos precedentes, el mediano plazo de Argentina sigue tan inconcluso como a inicios de gestión. El oficialismo parecería estar en pleno modo de supervivencia política y no creo que dicha actitud tenga un cambio rotundo incluso ante un escenario electoral favorable de caras a las PASO de agosto.

Soy de los que no cree que después de estas elecciones que se avecinan, se vendrán cambios de sustancia para una economía argentina que los necesita con urgencia. Quizá esta Argentina 2017 sea una en donde estemos incubando un coctel peligroso: una ciudadanía que no comprende que en economía no existen las soluciones mágicas y por eso clama una y otra vez por alguna versión salvadora de populismo y un gobierno al que peligrosamente lo percibo cada vez más cómodo en esta estancia de hacer muy poco y esperar que las cosas mejoren automáticamente por inercia.

Las restricciones económicas, políticas y sociales que enfrenta este gobierno son enormes y hasta históricamente únicas, nadie dice que lo que le espera sea sencillo, pero si vinieron a cambiar un país, está siendo tiempo ya de mostrar convicción y tendencia frente a un gradualismo que lo único que ha hecho hasta ahora fue prolongar la agonía de una economía inviable.

Argentina está en estado crítico y necesitará en breve comenzar a dar señales hacia un equilibrio diferente del que actualmente tenemos, el mundo nos está prestando y observando a la vez, frente a una sumamente pendular ciudadanía votante.

El gradualismo es un perverso aliado político de corto plazo porque en el largo, mantiene irresolutos nuestros dramas de siempre.

La Argentina necesitará tres décadas para reestructurarse y comenzar a crecer sostenidamente.

La ciudadanía no lo sabe y no lo entiende, yo sí espero que este oficialismo que vino a “cambiar” sea sincero de una vez y nos cuente el larguísimo camino que nos espera, sin sacrificio, sin concientización y sin sentido de urgencia, no hacemos otra cosa que perder el tiempo”.

Hasta aquí la nota de Germán Fermo que, para aquellos que les atraen los temas económicos, espero que haya valido la pena dedicar unos minutos a leerla.

Conclusiones

Queda claro que no alcanza con sólo decir “no hay que volver al pasado, tenemos que viajar hacia el futuro”. A la gente común, sobre todo a la que tiene problemas con sus escasos ingresos, o la falta de ellos, hay que explicarle en lenguaje simple qué es lo que se está haciendo y sujetarse a que lo entienda o no, lo acepte o no.

Todos podemos entender que venimos de una situación muy complicada, pero cuando nos llega la factura del gas con un monto a pagar diez veces mayor al que pagábamos antes, nada nos importan las complejas ecuaciones macroeconómicas y las polinómicas del costo de la energía. Sólo tenemos en cuenta si nuestro bolsillo la puede pagar o no.

Un amigo solía sentenciar cuando tomaba decisiones sin  preguntarle a nadie: “el que explica no conduce”, y otro le solía contestar “el que explica, conduce mejor”.


Caso contrario, y parafraseando a Pascal y aquello otro de “hablar con el corazón y contestar con el bolsillo”, en la economía cotidiana, el bolsillo de todos los días también tiene razones que la razón no entiende.



La fe y los dictados del corazón son sentimientos valiosos, pero en economía tienen poca paciencia.











lunes, 3 de julio de 2017

El dilema electoral retrasa el progreso

Los ganadores no juegan a la perinola

La palabra “progreso” utilizada en el título está conscientemente elegida en su sentido etimológico, filosófico y sociológico: es un concepto que indica la existencia de un sentido de mejora en la condición humana. Su contrario es la regresión.

Pienso que los instrumentos de la democracia y, en especial, sus procesos electorales, deben tener esta búsqueda como uno sus principales objetivos. Cualquier otra meta de menor jerarquía y, en particular, las más mezquinas y personalistas, deberían ser percibidas por la población a la hora de votar y castigarlas en consecuencia.

Todos los portales de noticias, por estos días, analizan, o justifican, o critican la decisión (que atribuyen a Macri) de intentar “polarizar” la elección con una Cristina “vivita y coleando”, con indiferencia a todas las causas judiciales abiertas en su contra que, con una “justicia” sorprendentemente lenta, al menos permitió que la ex presidente pudiera presentarse como candidata.

Ni que hablar de Carlos Menem que, con condena firme de inhabilitación por 14 años para ejercer cargos públicos, confirmada por Casación, igual podrá ser candidato y, posiblemente, reelecto senador de la Nación.

Y a mí, que me gusta usar los dichos populares: “la culpa no es del chancho sino del que le da de comer”.

Por el otro lado, y a la vez, está la economía, con un arranque débil y tardío, la caída de las ventas en muchos rubros del sector comercial, la inflación que, inexorable, orada el poder adquisitivo de los salarios, el aumento brutal de las tarifas y las inversiones que no se producen, para generar el empleo que tanto hace falta.

Y no me olvido de una presión tributaria asfixiante que impone una urgente transformación que revolucione la forma de cobrar impuestos en la Argentina. Y no digo una reforma tibia con tímidas correcciones, hablo de una reforma revolucionaria que, por empezar, elimine todos los impuestos regresivos (ingresos brutos, impuesto a los débitos y créditos bancarios, etc.) que son absolutamente lo contrario a la equidad tributaria.




Hace falta una reforma tributaria revolucionaria que elimine todos los impuestos regresivos.

Interesante y lúcido es el análisis que hace Jorge Fontevecchia, CEO de Editorial Perfil, en su nota “¿No vendrán inversiones por culpa de Cristina?”, donde pronostica que por esta estrategia (dice que fundamentalmente alentada por el gobierno) se retrasarán las inversiones “desensillando hasta que aclare”, al menos hasta después de las elecciones y, posiblemente (según sus resultados) hasta después del 2019. Según el autor, esperando para ver si el país tiene chances de volver al “populismo” o no.

Sólo por razones semánticas yo cambiaría el verbo “vendrán” por “habrá”, porque el “vendrán” sólo induce a pensar que se trata de la llegada de la inversión extranjera, dejando afuera a la inversión de argentinos (los más miedosos y reticentes entre los que tienen la capacidad de invertir).

Y esto está directamente relacionado con mi nota de octubre del año pasado “Para crecer hay que poner mucha plata. La “cantidad” bien entendida empieza por casa”, donde hablando de la competitividad de nuestro país a la hora de atraer inversiones, hacía las siguientes preguntas “¿están los argentinos interesados en invertir en Argentina? ¿son iniciadores a riesgo del proceso de inversión o se quedan esperando garantías?”.

Allí también analicé, en detalle, las enormes posibilidades que ofrece la Argentina en cada uno de los grandes sectores de la economía (sector público en infraestructura y obra pública, petróleo y gas, minería, industria, agricultura, construcción, alimentos y bebidas).

Y, desde esos números, remataba con otras tres preguntas: “¿cuánto invertirán los argentinos en su propio país?, ¿lo harán algunos, blanqueo o no mediante, con parte de las gigantescas sumas que mantienen en el exterior? ¿o se quedarán de nuevo “sentados” a esperar que vengan primero los extranjeros a marcar el rumbo?”.

El capital es miedoso y sólo piensa en sí mismo

A ese miedo podemos sumarle la cobardía. Esto no es ni bueno ni malo, simplemente es así. Y no es cuestión de “rasgarse las vestiduras” imputándole que carece de sentido solidario. El capital es impersonal (aunque detrás de su manejo haya personas) y sólo piensa en su propia rentabilidad, su seguridad jurídica y el mejor ambiente favorable del que pueda disfrutar. Cualquier otra demanda que se le haga al capital (extranjero o criollo) es pura utopía.

El gobierno tiene la obligación de crear, orientar y establecer las condiciones para la inversión, que sean seguras jurídicamente y duraderas, pero el capital privado es el que tiene que “jugarse” desde el principio. Y no permanecer “agazapado” viendo cómo le va al otro primero y después reaccionar.

Soy reiterativo, pero los argumentos están recontra vigentes. La gente mira lo que le pasa a la gente. Los datos del crecimiento, los porcentajes del PBI y otros datos de la macroeconomía son importantes porque son las grandes formas de medir lo que pasa, pero para el común de los argentinos es información poco entendible y con números que sobrepasan a la comprensión práctica personal.

La gente mira si tiene empleo, si la familia o sus hijos consiguen empleo, si se puede vivir un poco mejor, si la plata alcanza, si la educación vale la pena, si se tiene mejor calidad de vida.

La riqueza que se genera en un país tiene que servir para que circule más riqueza para su gente. Y esta es la gran lucha para vencer a la pobreza.

Tanto nos ha castigado el mal ejemplo, desde arriba y desde abajo, que somos “sospecheros” para todo (vulgarismo para el que sospecha de lo que venga). Como dice el dicho: “el que las tiene hechas, tiene las sospechas”.

Si alguien gana bien nos preguntamos en qué “curro” andará; si alguien es exitoso, con quién se habrá acomodado; si se cierra una concesión o una adjudicación, a quién habrá sobornado. Estas cosas las vemos nosotros, a veces acertando y a veces equivocándonos, pero también se ven desde afuera.

Y esto vale fundamentalmente para los más jóvenes que se están preparando para el futuro. Tendrá que venir una generación de exitosos honestos que ganen mucha plata a fuerza de talento, ingenio y capacidad (sin otro recurso escondido).


La economía y el voto

Los grandes datos de la economía macro, aunque sean alicientes, no “mueven el amperímetro” de la gente si los efectos no los puede sentir en su vida cotidiana. La gente lo mira en el día a día en su economía “de bolsillo”. Y por eso vota con el bolsillo.

Y entonces se dan estas cosas, completamente incomprensibles desde la lógica de los valores, que indican que mucha gente puede “hacer la vista gorda” o ser indiferentes ante las evidencias de corrupción, con tal que el “modelo” económico que lo afecta le mejore el bolsillo y pueda vivir un poco mejor.

Inclusive la gente parece indiferente (o no le interesa) a calcular cuál es el impacto de una política populista y distribucionista (de recursos que no existen) en las generaciones futuras, aun cuando dentro de ellas estén sus propios hijos o nietos.

Lamentablemente, hemos alimentado a una sociedad enferma, por el mal ejemplo o por propia degradación, haciendo crecer la decadencia de su propia moralidad. Hemos cultivado una cultura transgresora, desde la simpleza de “colarse” en una fila hasta una actitud distante ante flagrantes hechos de corrupción de todo tipo, como si se pensara que eso no nos afecta directamente.


“Pero en el Gobierno igual hay preocupación: saben que la mejora aún no es percibida por una amplia mayoría.

La causa es básicamente que el consumo no termina de repuntar. Mientras que la mayoría de los indicadores ya muestra variaciones positivas en relación al año pasado, el consumo sigue sin hacer pie. La inflación del año pasado y la acumulada este año todavía supera el aumento de los salarios. Los ajustes de tarifas y en alimentos resultan una carga demasiado pesada para la mayoría de las familias, a las que les resulta cada vez más difícil llegar a fin de mes.

En julio se espera un repunte preocupante, porque todo indica que la inflación volvería al 2% (combustibles 7% arriba y dólar acercándose o superando los $ 17).

Pero al final del día aparece el déficit fiscal como el gran responsable. Reducir ese rojo fiscal será el gran desafío del Gobierno de cara al 2018 y el gran dato que estarán mirando los inversores para renovar su apuesta por el país”.

Así lo anticipaba en agosto y setiembre del año pasado en el blog en las notas “El vaso medio vacío o medio lleno” y en “Dos más dos son cuatro (y la matemática no es una opinión)”.

Y aquí el gobierno, responsable del manejo de la economía, enfrenta una disyuntiva tremenda convertida en un círculo vicioso compuesto por necesidades que tiran en sentido contrario.

Si ataca frontalmente el déficit fiscal, reduciendo drásticamente el gasto público (básicamente subsidios), y tomando menos deuda externa o emitiendo menos, dejaría más gente afuera en un país en el que hoy tenemos demasiada gente afuera. Continuaría deprimido el consumo por falta de suficientes recursos y la inflación, tal vez, descendería un poco, pero por la peor de las razones: la baja del consumo o caída de la demanda.

Si sigue así, sosteniendo un gasto público creciente, con aumento del déficit fiscal, para paliar apenas un poco la situación social, la inflación no se detendrá, el salario real seguirá cayendo y las mejoras deseadas en el mediano y largo plazo seguirán sin ser percibidas por la población.

Claro que de esto se sale con inversión que genere mayor producción y empleo, pero esto es más fácil decirlo que hacerlo. Por eso el gobierno apela, más allá de las mejoras institucionales y transparencia, al “estamos en el buen camino”, pero llevará algún tiempo.

También creo que a la población le gustaría ver que los más beneficiados en este proceso contribuyan un poco más a mejorar la situación general. Hay sectores, como el campo, las automotrices y la banca, a los que les ha ido muy bien en estos últimos tiempos, pero tampoco se percibe si hay “derrame” de esa mejor renta.

Antes, en ciudades como Bahía Blanca y durante mucho tiempo, se decía que “cuando al campo le iba bien, nos iba bien a todos” porque el productor agropecuario invertía o gastaba en la ciudad. Ahora, no se nota que esta sentencia se cumpla, o se nota mucho menos.

El problema es que los ganadores no juegan a la perinola (1) asumiendo que, al girarla, les puede tocar “Pon 1”, “Pon 2” o “Todos ponen”. Salvo que todas las caras digan “Toma todo”. Creo en la iniciativa privada y en el respeto al capital de riesgo, pero también creo en un estado mediador que corrija las inequidades y sea un buen árbitro en la distribución de la renta.


Conclusiones

El capital internacional con sus “brotes verdes” tardará en venir porque es cobarde y desconfiado, aunque nos reciba, nos visite y nos traten con la mejor cordialidad protocolar, nos regale la mejor sonrisa y nos felicite por lo que estamos haciendo. Igual se tomarán su tiempo para analizar los resultados.

Los inversores argentinos, más miedosos todavía (“el que se quemó con leche ve una vaca y llora”), se los ve últimos en la fila a la hora de sacar turno para invertir y dar empleo.

Si las inversiones no se concretan, o se retrasan, por la presencia o no de una señora candidata (por más influyente que sea o haya sido), ¿por qué nos jactamos de ser un país con mucha gente inteligente y de tener la mayor proporción de talentos de América Latina?

Vivimos demasiado pendientes de elecciones y los que trabajan de candidatos “trabajan” demasiado tiempo pensando en sus candidaturas o sus reelecciones. Y dedican poco tiempo a trabajar en la tarea por la que le pagan, o a estudiar y aprender lo que no saben o saben poco.

Y, como en los últimos setenta años al menos, los dilemas electorales nos retardan el progreso.

El dilema electoral es aquí y ahora. Si los ciudadanos votan “con el bolsillo”, lo único que puede favorecer al gobierno es un acto de fe. Aunque no tengan ninguna evidencia que los otros competidores sepan cómo hacerlo mejor.

Porque, aunque se instale crudamente que el gran problema es la “herencia recibida”, el que vota con el bolsillo sólo sopesará si estaba mejor antes o ahora.

Lamentable forma de pensar que reniega del futuro (el nuestro o el de los que nos seguirán), pero inevitable.  Somos así.

Quisiera concluir, de un modo optimista, que todo esto se puede corregir, que vendrá una nueva generación que no repetirá estos defectos, que abandonaremos nuestra conducta pendular y cortoplacista, que todos, pero todos, podemos ser mejores personas y mejores ciudadanos, que cundirá el ejemplo desde arriba para que lo imitemos los de abajo. En definitiva, que tendremos un mejor país, con gente que viva mejor.

Entre otras cosas, un pedido: gobierno, dirigentes y justicia “pongan un poco más de huevos” (sic).

Dicen que Albert Einstein decía (al menos la frase se le atribuye): “No se pueden obtener resultados diferentes haciendo siempre lo mismo”. Pues pareciera que los argentinos (por no saber o no poder) disfrutáramos de hacer siempre lo mismo.

Por eso, para que esto ocurra, para obtener resultados diferentes, tenemos que dejar de ser así, para ser y hacer diferente.

Al menos, pensando en las próximas generaciones.







Por el Cr. Hugo Antonio Borelli






(1)

Pirinola, también llamado pirindola o perinola, es un trompo de material duro que tiene en sus contornos distintas escrituras, que al hacerla girar y al detenerse deja una cara con la inscripción de la suerte por lo que se utiliza para jugar y hacer apuestas. Un mito indica que la perinola tiene origen judío, sin embargo, en documentos y figuras romanas, se distinguen algunas perinolas entre los miembros del ejército romano de la antigua Roma.