domingo, 22 de abril de 2018

No hay peor sordo que el que no quiere oír


La era de la disrupción y la metáfora del “pato negro”.

Cuando en octubre de 2016 publiqué la serie “Viejos y nuevos empleos ¿estamos calificados? Parte 1 y Parte 2, presenté el dilema del drama de la pobreza y el desempleo frente a la era de la disrupción, nuestro bajísimo punto de partida en estos dos flagelos y la aparición vertiginosa de las fuerzas de la disrupción cambiándolo todo.

También desarrollé algunos conceptos sobre el advenimiento de la Inteligencia Artificial (IA) y algunos dilemas éticos que esta tecnología seguramente planteará.

Pero mucho más importante fue que allí intenté dejar claro que la perspectiva que enfrentamos, en la era de la disrupción, con respecto a los avances vertiginosos en la innovación tecnológica, es el nuevo paradigma en los contenidos educativos que necesitamos implementar de manera urgente para poder acceder a los nuevos empleos que se generarán.

Estamos en una era en la que los conocimientos durarán cada vez menos tiempo y muchos tipos de empleos actuales serán eliminados.

Porque es posible que los que pierdan su empleo carezcan de las habilidades necesarias para competir por los nuevos empleos.

También busqué advertir que, si no nos anticipamos a la amenaza, tendremos que estar dispuestos a pagar un altísimo costo económico y social.

Y aquí el desafío es para todos:

Los políticos deberán liderar un cambio en el sistema educativo. Los docentes acompañar y contribuir con propuestas profesionales que modernicen los contenidos y la forma de enseñar.
Y los sindicatos y sus dirigentes también deberán reaccionar y contribuir a la capacitación de sus afiliados para que puedan defender sus empleos o conseguir nuevos.

Con los avances de la ciencia y la tecnología vamos, inexorablemente, hacia un mundo con vidas más prolongadas y menos capacidad de dar empleo para sostenerlas dignamente.

Entre cisnes y patos negros

Santiago Bilinkis es un tecnólogo, y autor del libro “Pasaje al Futuro”, que escribe habitualmente una columna en la Revista La Nación. Es un especialista en estos temas y sigo sus publicaciones con mucha atención.

En su última columna del 22 de abril de 2018, que tituló “El peligro de los patos negros”, vuelve a poner énfasis en este tremendo desafío con una adaptación de la conocida metáfora del “cisne negro”. La comparto con ustedes:



“Durante cientos de años en el mundo anglosajón se usó la expresión “cisne negro” como metáfora de cualquier cosa inexistente. Esto fue así hasta que en 1770 el Capitán James Cook llegó por primera vez a Australia y se encontró con que allí los cisnes negros abundaban. El famoso explorador llevó un par de ejemplares de regreso a Inglaterra y forzó a redefinir el sentido de la frase. Desde ese momento un “cisne negro” no simboliza algo inexistente sino a una cosa extremadamente rara”.

“Diez años atrás, Nassim Taleb, el notable académico y ensayista libanés, recuperó del olvido esta expresión y, en su libro del mismo nombre, popularizó el concepto de “cisne negro” para referirse a fenómenos con muy baja probabilidad de ocurrir pero de un enorme impacto si suceden (*). De acuerdo a Taleb, la tendencia humana a ignorar los escenarios muy improbables hace que los “cisnes negros” nos tomen siempre por sorpresa y mal preparados para sus devastadores efectos”.

(*) El estallido de la “burbuja” inmobiliaria y bancaria de 2008-2009 es un caso típico de “cisne negro”.

“Sin embargo, en mi actividad como divulgador científico y tecnológico me encuentro constantemente con un fenómeno distinto, mucho más generalizado y peligroso que el descripto por Taleb. ¡Quiero presentarles hoy al “pato negro”!

“Hace años me dedico a intentar concientizar a personas y organizaciones sobre el profundo impacto que la tecnología tendrá en todos los planos de nuestra vida en los próximos años. No estoy solo en esta cruzada. Tomemos como ejemplo el impacto que la inteligencia artificial y otros avances tendrán sobre el mundo del empleo, la próxima desaparición de muchos de los trabajos actuales y la incertidumbre respecto de las nuevas profesiones por surgir.

“Lo curioso es que, pese a la reiteración de advertencias y la profundidad de la disrupción, la gran mayoría de las personas continúa con su vida exactamente igual, sin prepararse de modo alguno para este escenario”.

Este es precisamente el “pato negro”: un fenómeno de ocurrencia probable, relativamente cercano, profusamente anunciado y para el cual, pese a ello, nadie se prepara.

“La razón para este aparente contrasentido es que existe un sesgo cognitivo psicológico mucho más fuerte que “ignorar lo improbable”, como menciona Taleb”.

“El verdadero villano no es otro que la “resistencia al cambio”, que nos hace ignorar, siempre que sea posible, todo aquello que nos confronta con la necesidad de cambiar. No importa cuán probable sea, si el problema no nos golpeó todavía en la nariz elegimos mantener la guardia baja. Y, para hacer las cosas peores, la repetición de advertencias nos va insensibilizando hacia los temas, dándonos la impresión errada de haber ya reaccionado y tomado cartas en el asunto”.

“No hay peor sordo que el que no quiere oír”, dice el popular refrán y es cierto que es difícil que un mensaje llegue al que se rehúsa a recibirlo. 

Pero hay un tipo de sordo aún peor: el que no acusa recibo de lo que oye y sin embargo está convencido de que ya escuchó.

Y así remata Bilinkis: “Te invito a cuidarte de los “patos negros” y pensar: ¿cuáles son los cambios que afectarán tu vida, tu carrera o tu organización y que la resistencia al cambio te está impidiendo ver?”.

Conclusiones

Como ya dije en mis notas anteriores, si todas estas advertencias no hacen que “se te vuele la cabeza” y reacciones en consecuencia, estás corriendo el riesgo de ser el peor de los sordos, que es el que no quiere oír, o peor aún, el que no acusa recibo de haberlo oído.

Baltasar Gracián, jesuita y escritor español del Siglo de Oro, decía: “No hay peor sordo que el que no quiere oír; otro hay peor, aquel que por una oreja le entra y por la otra le sale”.

Atención que la advertencia también vale para las decisiones políticas y de todos los seres humanos que las toman. ¿O tendremos que recurrir a la IA para que lo haga por ellos?

Esperemos que no. Sobre todo para los que pensamos que nunca habrá nada más completo que “la mente y el corazón” humanos, por falibles o imperfectos que nos parezcan.

Cuando hablo de estas cosas, algunos me preguntan ¿cuál es tu preocupación si vos ya estás en edad jubilatoria?




Precisamente. No es por mí, sino por los que vienen después.

Vuelvo con el mismo final:

Creo que la disyuntiva es “de hierro”: o te lo creés o te podés quedar afuera.








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