viernes, 4 de agosto de 2017

Más fácil decirlo que hacerlo 2

La necesaria reforma tributaria y el “bolonqui” que significa intentarla.

En mi reciente nota “El dilema electoral retrasa el progreso” manifesté que la reforma tributaria que hace falta en nuestro país debe ser revolucionaria y audaz, y eso la hace extremadamente difícil. Y seguramente no será de un día para otro. Ni siquiera de un año para otro.

Eliminar los impuestos distorsivos o regresivos es una imperiosa necesidad si queremos estimular la inversión, la supervivencia de las empresas que dan empleo y proteger a la población de su traslado “en cascada” a los precios que pagan los consumidores.

Pero todos sabemos que estos impuestos (y las tasas sobre el monto de ventas que cobran los municipios) son la principal fuente de recursos de la Nación y de las provincias, y que estas últimas no desistirán de su cobro (no pueden) si no se les garantiza su reemplazo equivalente.

En los términos técnicos con que se diferencian los tipos de impuestos, se trata de ir reemplazando casi la totalidad de los impuestos indirectos (IVA, ingresos brutos, débitos y créditos bancarios, etc.) que se aplican sobre las transacciones económicas y el consumo, por los impuestos directos (Ganancias, Bienes Personales) que se aplican directamente a los contribuyentes sobre su obtención de rentas y su patrimonio, es decir sobre su capacidad económica (en general funcionan con escalas progresivas para que “pague más el que más gana o tiene”).

Para empezar, podemos ver esta nota del mes pasado publicada en El Cronista, sobre el impacto de los impuestos en la rentabilidad de un comercio, titulada “Tres impuestos equivalen al 100% de la rentabilidad de un comercio”.



De cuáles estamos hablando

Alberto Abad (AFIP) y Nicolás Dujovne
El Ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, ha anunciado que, en el marco de una reforma tributaria que están estudiando, tiene preparadas algunas propuestas alternativas para reducir o eliminar los impuestos distorsivos.

El orden de prioridad que se ha fijado es:

1.-  El Impuesto a los Ingresos Brutos: lo cobran las provincias y, para algunas de ellas, representa el 80% de la recaudación de sus recursos propios. En los últimos años ha pasado a tener mayor incidencia que el Impuesto Inmobiliario, el Automotor y Sellos juntos.

En general, se cobra a través de diversas alícuotas porcentuales (según la actividad), que se aplican sobre las ventas brutas o montos brutos de facturación.

Evasión en este impuesto: todo lo que no se factura o tickea con la emisión de factura formal o controladora fiscal.

Recordemos que las provincias también cobran el Impuesto de Sellos, que grava diversas operaciones instrumentadas a través de contratos, escrituras y otro tipo de tramitaciones.

2.-  El Impuesto a los Débitos y Créditos Bancarios (conocido como “Impuesto al Cheque”): lo cobra la Nación y afecta con un total de 1,2% a todos los movimientos en las cuentas bancarias, salvo la excepción de algunos tipos de cajas de ahorro (0,6% para los débitos y otro 0,6% para los créditos). Fue creado provisoriamente por emergencia en el 2001 y allí se quedó.

Evasión o elusión en este impuesto: todas las transacciones (cobros y pagos) que se realicen en efectivo, por fuera del sistema bancario.

3.-  El I.V.A. o Impuesto al Valor Agregado: lo cobra la Nación (administra A.F.I.P.) y, como su nombre lo indica, se paga en todas las transacciones de bienes y servicios por la diferencia de precio que cada etapa de producción y comercialización va agregando. Cada uno que factura (discrimine o no el impuesto a su cliente según sea inscripto o no en el IVA) devengará sobre el precio del producto o servicio un 21% a favor del fisco y deducirá el impuesto que haya pagado a su proveedor anterior.

Tiene una alícuota, desde hace muchos años, del 21% y una diferencial de 10,5% en algunos casos especiales.

Evasión en este impuesto: como en el caso de Ingresos Brutos, todo lo que no se factura o tickea con la emisión de factura formal o controladora fiscal.

Fraude a los consumidores: lo grave de esta evasión (igual pasa con Ingresos Brutos) es que, en general, lo que no se factura o tickea no significa un menor precio para el consumidor. El que vende fija sus precios considerando el IVA (sea la lista de un restaurante, de cualquier producto comercial, la prestación de un servicio, etc.), y si logra cobrarlo sin facturar se termina quedando con ese IVA que pagó el consumidor. Es decir, el consumidor paga lo mismo y el Estado no recauda porque el impuesto se lo quedó el que vendió.

Esto no debiera ser una evasión simple. Es un fraude, lisa y llanamente. Y lo notable es que, en general, mucha gente no se queja cuando al cobrarles se hacen los distraídos y no entregan ni ticket ni factura.

4.-  Seguridad Social. Contribuciones Patronales: estos recursos son los que gravan al trabajo a través de los sueldos y salarios que se pagan a los trabajadores registrados. Los cobra la Nación, los administra el ANSES, y se componen de un porcentaje a cargo de los trabajadores (Aportes Personales), otro a cargo de los empleadores (Contribuciones Patronales) y algún otro cargo de cuantía menor.

Naturalmente que estos recursos son para sostener el sistema de jubilaciones y pensiones del país y se supone que deben ser administrados con “sabiduría” e intangibilidad ya que se los debe conservar a valores actualizados para que sean capaces de sostener en moneda constante a los jubilados del futuro.

Desde hace algún tiempo se ha puesto en la mira la posibilidad de reducir o eliminar las Contribuciones Patronales con el argumento de facilitar la creación de empleo y disminuir drásticamente el costo laboral para los empleadores. Se considera que la suma de estas cargas, que agregan alrededor de un 50% más de costo a los salarios que los trabajadores cobran de bolsillo, son el principal obstáculo que atenta contra la registración “en blanco” de miles de trabajadores.

Y es así que, en Argentina, hay millones de personas que trabajan, pero que lo hacen “en negro” por la totalidad de sus remuneraciones o, al menos, por una parte.

Evasión en estos aportes: obviamente, nada se paga y nada recauda el Estado por los trabajadores no registrados. Más allá de anular el recurso, esto genera un perjuicio gravísimo en el largo plazo para los trabajadores y su futura jubilación.

5.-  Comercio Exterior. Derechos de Importación y de Exportación: también los cobra la Nación y son, en general, utilizados para estimular o desestimular, o acotar ganancias o pérdidas, en las transacciones con el exterior.

Pueden promover las exportaciones en determinados sectores, o gravarlos si se considera que obtienen una ganancia extraordinaria (las famosas retenciones). En el caso de las importaciones (los denominados aranceles) también buscan estimularlas o evitarlas según represente una necesidad para el país o una amenaza para la industria nacional.

Evasión en estos Derechos: claramente se evita su pago cuando se trata del delito de contrabando, o a través de mecanismos de sobre o sub facturación, según convenga a los operadores.

Hay otros impuestos que gravan las ventas como el Impuesto a la Venta de Automotores o de Productos Electrónicos, que no analizamos a aquí, pero que también actúan como distorsionadores de los precios. Aunque en estos casos puede suponerse que los compradores están en mejor condición para pagar por tratarse de productos suntuarios.

También están los que se aplican sobre las facturas de servicios públicos (luz, gas, agua, teléfono) que, según las leyes que los crearon, debieran tener un destino específico, pero sobre los que existen grandes dudas por parte de la población acerca de que tengan dicho destino. En estos días se está pidiendo que algunos se eliminen.

Y los impuestos Internos que gravan a determinados productos como los combustibles, las bebidas alcohólicas, los cigarrillos y otros.

Todo esto es una apretada síntesis, en el lenguaje más coloquial posible, respecto de la extraordinaria maraña de impuestos, en todas las jurisdicciones, que están vigentes en nuestro país

Un desafío monumental

Ahora veamos cuánto significan en la recaudación del Estado. Vamos a tomar, para su análisis, el informe emitido por AFIP este 1 de agosto con los resultados de la recaudación de Julio de 2017.

La recaudación tributaria del mes pasado, anunciada por AFIP, fue de 237.326 millones de pesos y el siguiente cuadro muestra los valores alcanzados por cada uno de los impuestos que administra. En el mismo verán el peso de los llamados impuestos indirectos respecto de los directos.

En el caso de la Seguridad Social los porcentajes están obtenidos de los parciales para desagregar los Aportes Personales de las Contribuciones Patronales.

RECURSOS TRIBUTARIOS JULIO 2017

 millones de $
 millones de $
 %
I.V.A.

                64.240
         27,1
Impositivo
                45.221


Aduanero
                20.349


Devoluciones
                -1.330


Impuesto Débitos y Créditos

                15.161
           6,4
Seguridad Social

                73.430

Aportes Personales
                29.748

         12,5
Contribuciones Patronales
                42.822

         18,0
Otros Ingresos
                  2.610

           1,1
Otros SIPA
                -1.750

          -0,7
Comercio Exterior

                13.866
           5,8
Derechos de Importación y Otros
                  5.973


Derechos de Exportación
                  7.893


Otros Impuestos

                18.734
           7,9
Internos
                  5.621


Otros coparticipados
                     597


Combustibles Naftas
                  4.140


Combustibles Otros
                  1.777


Combustibles General
                  3.339


Otros: cigarrillos, radio, cine, etc.
                  3.260


Reintegros

                -2.300
          -1,0
Subtotal

              183.131
         77,2
Ganancias

                50.705
         21,4
Ganancia Mínima Presunta

                     164
           0,1
Bienes Personales

                  3.326
           1,4
Total General

              237.326
       100,0


Como se puede ver con toda claridad, los impuestos indirectos que entran en juego para el mentado intento de una reforma tributaria de fondo (“revolucionaria”, como a mí me gusta decir) representan el 77,2% del total, contra un modesto 22,8% de los impuestos directos.

Me permito recordar que, según mi opinión, que puede compartirse o no, los impuestos directos (Ganancias, Bienes Personales) son los más justos y equitativos en cualquier sistema tributario, porque recae directamente sobre las personas (y no sobre las cosas) y, si están bien definidos, impactan sobre la capacidad contributiva de los sujetos y son, para los Estados, una herramienta para redistribuir la riqueza.

¿Por qué digo que esto representa un desafío monumental? Porque en un país que está luchando contra el déficit fiscal, la “madre del borrego” del resto de los problemas económicos (inflación, dólar, inversiones, crecimiento), sacrificar impuestos o buscar sustituciones resultará de una enorme dificultad.

Una cosa es tener la voluntad de migrar hacia un sistema tributario más justo y otra es perder recursos que hoy son imprescindibles para financiar un gigantesco gasto público que tardará mucho tiempo en desmontarse.

Imaginemos hipotéticamente un ejemplo. Supongamos que, en la reforma que se está estudiando, se pretenda:
  • Bajar 5 puntos el IVA.
  • Eliminar el Impuesto a los Débitos y Créditos Bancarios.
  • Eliminar las Contribuciones Patronales a la Seguridad Social.
  • Eliminar o disminuir las retenciones a las Exportaciones.
  • Eliminar o disminuir los Impuestos al Gas Oil (para bajar los costos de transporte).
  • Eliminar o disminuir los Impuestos Internos.


A valores de los datos detallados del mes de julio de 2017, el resultado en disminución de recursos sería aproximadamente el siguiente:

  • Estimo la reducción del IVA en unos 15.300 millones de pesos.
  • Eliminación del Impuesto al Cheque, 15.161 millones de pesos.
  • Eliminación de las Contribuciones Patronales, 42.822 millones de pesos.
  • Eliminación de los Derechos de Exportación (cuando distorsionan el estímulo a exportaciones buenas para el país). Lo estimo en 4.500 millones de pesos.
  • Eliminación de Impuesto a los Combustibles que encarecen el transporte, lo estimo en unos 5.000 millones de pesos.
  • Eliminación de Impuestos Internos (excepto a consumos que se pretende desestimular), lo estimo en 3.000 millones de pesos.


La simple suma de estos números daría como resultado una caída de los recursos del orden de los 85.000 millones de pesos. Es decir, una baja del 36% medida sobre los datos de julio de 2017.

¿What…?, diría un vulgar americano. ¿De dónde va a salir el reemplazo? Si el Impuesto a las Ganancias fue capaz de recaudar sólo 50.000 millones en el mes de vencimiento de las declaraciones juradas y el pago de saldos después de los anticipos y retenciones.

Complejidad aparte se sumaría con los recursos coparticipables con las provincias, si encima se buscara quitarles el Impuesto a los Ingresos Brutos.

La contrapartida

Como cualquiera puede darse cuenta, y el sentido común así lo indica, el reemplazo de semejante suma implicaría la creación de otro tipo de impuestos. Pero el desafío es que no sean regresivos y distorsivos como los que se pretende quitar.

Si buena parte se sustituyera por mayor recaudación de los impuestos directos, como Ganancias y Bienes Personales (más justos y equitativos porque recaen sobre las personas), haría falta una agresiva ampliación del número de contribuyentes para que, prácticamente lo pague todo el mundo (como ocurre en los países llamados “desarrollados”) y, seguramente, algún cambio en los mínimos no imponibles y en las escalas.

Muchos hablan de gravar la “renta financiera”, pero aquí hay que diferenciar la que se obtiene, por ejemplo, con los intereses de los plazos fijos, cuyo rendimiento ni siquiera cubre al capital de la inflación, de otras rentas como la compra-venta de acciones y diversas operaciones bursátiles.

Seguramente los contribuyentes reclamarán la implementación del ajuste por inflación porque habrá que deslindar de las rentas nominales el deterioro inflacionario para llegar a la real o verdadera renta.

Pero el problema más grande es el Impuesto a los Ingresos Brutos porque, como ya he dicho, representa el mayor recurso en los presupuestos de las provincias. Y además tiene la “ventaja” que se actualiza automáticamente porque, al aplicarse sobre las ventas brutas, se mueve hacia arriba junto con los precios de los productos y servicios.

Para ponerlo en perspectiva, veamos la recaudación de la provincia de Buenos Aires en 2016. Los ingresos tributarios propios fueron de $ 158.082 millones de pesos, donde se destacan:

Ingresos Brutos: $ 115.234,4 millones de pesos (72,9%).
Automotores: $ 13.271,3 millones de pesos (8,4%).
Inmobiliario: $ 9.808,5 millones de pesos (6,2%).
Sellos: $ 12.912 millones de pesos (8,2%).

¿Se dan cuenta? Como dije más arriba, en la provincia de Buenos Aires, el Impuesto a los Ingresos Brutos representa casi el 73% de sus recursos propios.

Es por eso que no veo ninguna posibilidad para que este impuesto (claramente definido como regresivo y distorsivo) pueda quitarse en el corto plazo. De intentarlo, seguramente aparecerá algún tipo de Impuesto a las Ventas como existió en el pasado o tipo “tax” como hay en otros países, por ejemplo Estados Unidos.

Porque hay un doble efecto negativo a la hora de nivelar los números. La pérdida de recaudación propia de las provincias y la baja de los recursos coparticipables que les tiene que entregar la Nación, si ésta también disminuyera sus recursos.

El caso de los municipios. La Tasa por Inspección de Seguridad e Higiene

Esta tasa que, para hacer honor a su nombre, se supone que tiene como contraprestación de servicio las tareas de cuidado y vigilancia que los municipios deben prestar en materia de seguridad e higiene a todos los establecimientos registrados para su pago, funciona exactamente igual que el impuesto a los ingresos brutos provincial.

Es una alícuota (suele haber varias según el tipo de actividad) que se aplica sobre el monto bruto de ventas que cada contribuyente declara. Obviamente, es regresivo como su hermano mayor provincial y, como este último, impacta sobre los precios de los productos y servicios siendo trasladado al consumidor.

No en todos los municipios tiene la misma significación (en algunos se llama “Tasa de Comercio”) en su masa de recursos. En algunos no es significativa (en general, municipios más rurales) y en otros es muy importante. En Bahía Blanca es muy importante.

Aquí, por una cuestión de honestidad intelectual, hago un paréntesis para hacer una confesión. Una que me hace pasible de aplicarme el viejo dicho “haz lo que yo digo, pero no lo que yo hago”. Se refiere a los tiempos en que me tocó trabajar como Secretario de Economía y Hacienda de la Municipalidad de Bahía Blanca.

No lo hago como si confesara un pecado o porque no pensara que la tasa es regresiva, sino porque lo que me gobernaba era una necesidad presupuestaria inevitable donde, sin esta tasa, el presupuesto no hubiera cerrado y el gasto e inversión municipal hubiera estado desfinanciado. Resultaba imposible renunciar a este recurso sin, por ejemplo, cuadruplicar o quintuplicar el ABL, como veremos enseguida.

Hoy ocurre exactamente lo mismo y le corresponde el mismo análisis que ya hice para Ingresos Brutos, por lo que omitiré ser reiterativo.

Un ejemplo cercano. El caso de la Municipalidad de Bahía Blanca

Exploremos el Presupuesto Municipal de Bahía Blanca, en su Cálculo de Recursos, para este año 2017. Se puede consultar en la web del Gobierno Municipal.

Los Recursos Propios, llamados de Origen Municipal, están previstos en $ 3.199.229.107,69, dentro de los cuales la Coparticipación Provincial (Ley 10.559) se calculó en $ 600.716.000.- Lo que da un neto para los recursos propiamente municipales de $ 2.598.513.107,69.

Dentro de ellos, la Tasa por Inspección de Seguridad e Higiene (suma de recursos de libre disponibilidad y recursos afectados) se previó en $ 1.492.600.840,21, incluyendo la del ejercicio y el recupero de ejercicios anteriores.

Esto significa una incidencia porcentual del 57,44% si sólo tomamos lo que recauda el propio municipio y del 46,65% si incluimos la coparticipación provincial.

La recaudación por la Tasa por Alumbrado, Limpieza y Conservación de la Vía Pública (conocida como ABL) se previó en $ 301.157.470.- (también entre el ejercicio y recupero de ejercicios anteriores), a lo que podríamos sumar la Tasa de Salud (se cobran juntas) por otros $ 87.920.000.-

Aun sumando estas dos tasas, su incidencia porcentual es de, apenas, el 14,97% sobre lo que recauda el propio municipio y del 12,16% incluyendo la coparticipación provincial.

Como se puede ver, la Tasa por Inspección de Seguridad e Higiene prevé recaudar casi 4 veces más que la Tasa por Alumbrado, Limpieza y Conservación de la Vía Pública.

Por otro lado, Seguridad e Higiene bien puede asimilarse a un impuesto porque resulta indiscutible que, por más que el municipio preste con la mejor diligencia posible el servicio de inspección de seguridad e higiene, nunca podría costarle casi 1.500 millones de pesos anuales.

Con todos estos datos, ¿se imaginan a la Municipalidad de Bahía Blanca prescindiendo de la Tasa por Inspección de Seguridad e Higiene si tuviera la vocación de eliminarla por tratarse de un gravamen regresivo? Creo que no hacen falta mayores comentarios adicionales.

Y este es el enorme dilema frente al proyecto de una reforma tributaria:

El 77% de los impuestos nacionales, el principal impuesto de las provincias y la principal “tasa” que cobran los municipios son distorsivos y regresivos, se trasladan al consumidor, y los paga todo el mundo sin importar su condición social o capacidad contributiva.

Conclusiones

Una reforma tributaria resulta imperativa si se quiere generar una estructura más justa que la actual presión impositiva en todas las jurisdicciones.

Se impone una nueva Ley de Coparticipación Federal, de muy difícil consenso porque como está hoy necesita del acuerdo del 100% de las provincias y algunas tendrían que ceder posiciones para, por ejemplo, mejorar la participación de la provincia de Buenos Aires, que es la más perjudicada en función de lo que aporta al conjunto. Hoy se está discutiendo nuevamente la actualización del Fondo de Reparación del Conurbano (F.R.C.).

Para tener una idea de la dimensión que implica este F.R.C., los 650 millones de pesos que se le asignaron en 1992 (10% de la recaudación del Impuesto a las Ganancias) representarían, a valores de 2017, 53.024 millones de pesos. Es decir, alrededor de un tercio de la recaudación del año pasado y un 10% del actual presupuesto de la provincia (521.410 millones de pesos)De conseguirse esta reivindicación, el resto de las provincias tendrían que ceder 52.374 millones de pesos, en proporción a sus coparticipaciones y a favor de la de Buenos Aires. “Pataleo” en puerta.

Los impuestos indirectos, en particular los que recaen sobre los precios de los productos y servicios, son injustos, pero son fácilmente trasladables y recaudables y, además, se ajustan automáticamente frente a la inflación porque siguen a los precios.

Hay que sustituir impuestos, pero también quitar otros definitivamente porque la Argentina tiene una grilla enorme y pesadísima. Dicho en otros términos, el Estado es “socio” en casi todo lo que se transa en la economía.

El padrón de contribuyentes de los impuestos directos es escaso. Por ejemplo, hay millones de personas que superan el mínimo no imponible del Impuesto a los Bienes Personales y, sin embargo, no están inscriptos y no lo pagan.

Hay que mejorar la calificación de los contribuyentes porque hay miles de ellos que revisten como monotributistas y que realizan un volumen de facturación con el que debieran ser Responsables Inscriptos para el I.V.A.

En definitiva, no quiero ser aguafiestas porque nada me gustaría más que podamos lograr un sistema tributario más justo y equitativo, si admitimos (como dicen los americanos) que los “impuestos son el precio de vivir en una sociedad civilizada”. Pero la tarea es monumental.

Y la discusión y “el tire y afloje” entre la Nación, cada una de las provincias y todos los municipios será una batalla durísima. Y no por caprichosos, sino por necesidad. Porque por más que se busque bajar el gasto, los sueldos públicos se seguirán devengando y las obras y servicios se seguirán reclamando.

Por eso me gusta decir que, en materia tributaria, hace falta una audaz y revolucionaria reforma. Pero para lograrlo, con los impuestos más importantes, “hay que barajar y dar de nuevo”.

Caso contrario, no tengo más remedio que concluir, nuevamente, que es más fácil decirlo que hacerlo.









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