lunes, 5 de junio de 2017

6 veces 100

Errar es humano, pero perdonar es sólo divino

Hoy me reencuentro con los lectores de mi blog y quiero agradecer mucho, luego de estos tres meses de pausa, a todos los seguidores amigos que me han escrito preguntándome por mi ausencia bloguera. Un estímulo inapreciable que agradezco de todo corazón. Pues aquí estoy y espero poder continuar expresando libremente mi pensamiento y mis ideas sobre temas en los que creo que tengo algo que decir.

El título de hoy se relaciona con la parábola bíblica del “Setenta veces siete”. Recordemos que, en Mateo 18:21 y 18:22, se produce el siguiente diálogo entre Jesús y Pedro:

“Entonces Pedro, acercándose a él, dijo: Señor, ¿cuántas veces perdonaré a mi hermano que peque contra mí? ¿Hasta siete?”

“Jesús le dijo: No te digo hasta siete, sino aún hasta setenta veces siete”.

Obviamente que esta parábola no busca introducir a las cuentas matemáticas en las enseñanzas divinas, no indica que hay que perdonar 490 veces y después basta de perdonar. Es claramente un símbolo sobre la infinitud de la capacidad divina de otorgar perdón a los pecados de los hombres.

Pero en la vida mundana y cotidiana, entre los hombres, no existe tanta condescendencia, ni desde lo legal ni desde la paciencia de la gente.

100 días

Dicen que, en todas las democracias del mundo, existe para los gobiernos un “hándicap” de 100 días en los que las autoridades elegidas por el voto popular tienen el espacio para definir los grandes lineamientos de su mandato y ejecutar, sin mayores objeciones, las medidas básicas para lograrlos. Y esto es tanto si se trata de promesas de campaña como de correcciones a los desajustes que “descubran” después de asumir.

Pues bien, estamos casi en los seiscientos días de mandato del actual gobierno (6 veces 100), que equivalen al 40% del mandato total (1460 días), y las variables económicas más sensibles y dramáticas no sólo no están mejor sino que están peor. Y el “estamos mal, pero vamos bien” empieza a agotar las paciencias y el perdón bíblico aquí no funciona.

El gobierno que asumió el 10 de diciembre de 2015 se encontró con las cuentas fiscales colapsadas, las tarifas atrasadas, el dólar oficial atrasado y el cepo cambiario, la inflación disparada, la pobreza altísima, la recesión conspirando contra el empleo, las tasas de interés por las nubes. Sí, todo eso y algunas cosas más.

A partir de allí, podría haber elegido (en los primeros 100 días) un ajuste brutal “sin anestesia” para corregir todas estas cosas, con consecuencias inimaginables para la población; o un esquema gradual para ir saliendo de estos números insoportables.

Eligió este último camino, pero después de transcurrido un 40% del mandato, lo que no puede hacer es agrandar el problema. Nos armaríamos de indulgencia si, con este gradualismo, estuviéramos viendo una disminución de todas estas “pestes”, pero el asunto es que muchas de ellas han aumentado o están igual.

Después de transcurrido un 40% del mandato, lo que no puede hacer es agrandar el problema.

La madre del borrego

En mi nota “El vaso medio vacío o medio lleno” decía “Si el déficit fiscal es “la madre del borrego” o el quid de la cuestión, y la inflación es su hija descarriada. ¿Cómo corregirlo? En general, las medidas necesarias no le gustarán a nadie.

El déficit fiscal (“la madre del borrego”) aumentó; a la inflación confiesan “no encontrarle la vuelta”; las tasas de interés siguen altísimas, sobre todo para el crédito a las PyMes y las hipotecas de primera vivienda; el dólar sigue retrasado (como consecuencia de intentar controlar la inflación).

¿Cuál es el límite para el stock de LEBAC?
La deuda pública interna y externa bien medida (nación más provincias más municipios más los fondos de los jubilados) aumentó a un 53% del PBI (el volumen de LEBAC colocadas por el Banco Central es igual a la base monetaria y supera a las reservas del BCRA).

La recesión en las ventas por los aumentos de precios hace que, en algunos sectores de la economía, cada vez se vende menos (excepción de autos, motos, y algo de construcción y metal mecánica).

Así será muy difícil alcanzar las metas que el propio gobierno definió: 3,5% de crecimiento para 2017 y una inflación del 17%. Y eso que los analistas calculan un dólar de $ 17,95 para fin de año, apenas un 12% por encima del de principios de año y por debajo de la inflación y de las tasas de interés.


Dice Julián Guarino, desde Ámbito:

El déficit fiscal en opinión de algunos analistas es el verdadero artífice del estancamiento económico. Con los cañones puestos en el gasto público y con desembolsos por encima del 40% para movilizar las adhesiones políticas de los sectores de bajos recursos, las posibilidades de achicar las cuentas públicas son nulas. Según los analistas, el déficit 2017 terminaría siendo el tercero más elevado de la historia, "apenas" por detrás del Rodrigazo y del "pico" de Alfonsín.

El Gobierno viene de establecer una pauta oficial de crecimiento de 3,5% en el Presupuesto para este año. Y si bien había sectores más optimistas que el propio Gobierno, otros en cambio alertaban que si el déficit no comenzaba a caer, las consecuencias seguirían pesando sobre la posibilidad de una recuperación. En las últimas semanas, el FMI, la CEPAL y numerosos analistas revisaron sus proyecciones a la baja.

En esta nueva tanda, las proyecciones van desde un déficit de 4,8% del PBI hasta un 7%. Optimistas, FIEL y JP Morgan piensan en un déficit de entre 5 y 5,3% mientras que los más pesimistas llegan hasta un 7% (Capital Economics), Societe Generale (6,9%) y UBS (6,8%) coinciden en el pronóstico. En la plaza financiera señalan que la Argentina se encuentra inmersa en una estanflación y que el origen de la misma es fiscal. Para los analistas, sin una corrección de los problemas fiscales de fondo, Argentina tiene bajas probabilidades de volver al sendero de crecimiento y por el contrario, tiene chances de seguir atrapado en la dinámica de estancamiento de los últimos años con un PBI sin crecimiento en el análisis punta a punta.

Sin una corrección de los problemas fiscales de fondo, Argentina tiene bajas posibilidades de volver al sendero del crecimiento.

No es para menos: el déficit fiscal es el principal problema de la economía, germen de la inflación y del endeudamiento, la carga tributaria récord y el empleo escaso, y clave para entender por qué la Argentina dejó de crecer a partir de 2011.

El propio Mauricio Macri expresó en una conferencia de prensa en la ciudad de Santa Fe: "Sabemos el cuantioso déficit fiscal que tiene la Argentina, que es un tema que tenemos pendiente de resolver porque no es sostenible en el largo plazo un nivel de déficit como el que tiene la Argentina y muchas provincias y ciudades en forma individual".

El Ministerio de Finanzas difundió, el jueves 27 de abril, los datos de la deuda pública de Argentina al concluir 2016. La cartera que conduce Luis Caputo detalló que la deuda pública bruta ascendió en diciembre a U$S 288.447,8 millones, un 13,6% más que los U$S 253.989 millones registrados al cierre de 2015.

Este aumento de U$S 34.458,6 millones en los pasivos del Estado, tanto en pesos como en dólares, llevaron a la deuda pública al 53% del PBI calculado en U$S 544,5 mil millones.

Dice Manuel Alvarado Ledesma en Infobae:

Un problema central, que nuestra economía viene arrastrando por años, proviene del déficit fiscal y los vencimientos de deuda. El endeudamiento y la emisión monetaria pueden considerarse su consecuencia. Con Macri, se ha pasado de la emisión descontrolada al endeudamiento. Frente al problema del déficit, el Gobierno financia la caja fiscal mediante endeudamiento.
¿Tal estrategia es válida? En la medida en que sea sólo un transitorio mecanismo para ganar tiempo, y siempre cuando el Gobierno vaya aplicando medidas de fondo para reducir el gasto, la estrategia parece viable. Porque tiene patas muy cortas.

Pero la historia argentina muestra la fuerte tendencia de los gobiernos al populismo; concretamente, a dormirse en los momentáneos laureles, abandonándose en el tiempo, sin tomar el toro por las astas. Ya en 1776, Adam Smith escribía: "El arte que más rápidamente aprenden los gobiernos es el de esquilmar el dinero de la gente".

Hoy no hay más lugar para aumentos en la presión tributaria. Por el contrario, debe bajarse. No se pueden aumentar los impuestos para achicar el déficit. Llega un punto donde cualquier aumento en la presión impositiva se vuelve en contra de la recaudación y, por ende, tiende a incrementar el déficit.

Conclusiones

Después de toda esta perorata, descripciones y números, el lector me dirá: bueno… entendí, pero y entonces ¿qué hay que hacer?

Resulta claro que no hay magia y las correcciones no son confortables. Hay que dar una batalla frontal contra el déficit fiscal. Pero sin eufemismos, hay que bajar el gasto del estado que está extraordinariamente por encima de lo que recauda. ¿Ortodoxia? Sí, ortodoxia. El que tenga una receta heterodoxa para que todos estemos contentos durante el ajuste, que la diga y explique cómo la financia.

Venimos escuchando hasta el cansancio que de esta situación se sale con crecimiento, inversiones, “brotes verdes” y nuevos empleos. Claro que es así, pero esto no pasará si los problemas de base continúan vigentes.

La confianza externa (para atraer inversiones) no se gana sólo con promesas en reuniones amables. Los inversores sonríen con cortesía, pero miran con mucho cuidado lo que pasa en el país, hacen sus análisis de riesgo y esperan mejores tiempos. Los empleos están en jaque por las nuevas tecnologías y la gente no está capacitada para calificar. Y el crecimiento, con semejante déficit fiscal, inflación y recesión, se hace muy difícil.

Así que primero lo primero, porque lo que nos hará progresar vendrá como consecuencia virtuosa, después que arreglemos lo que hay que arreglar.

Porque ya han pasado 6 veces 100 días y no está Jesús para perdonar setenta veces siete.








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