miércoles, 8 de marzo de 2017

La Educación y la fábrica de talentos

Inversión pública, generación de atractivo y contenidos educativos

En estos días, en que estamos asistiendo a la conocida y no deseable disputa entre gobiernos y gremios docentes por la definición de sus salarios, siempre al comienzo del ciclo lectivo, también se producen invariablemente diversos debates sobre el tema mayor cual es la Educación, en el sentido grande de la palabra, como tema estratégico de un país. Además de salarios merecidos, también es una cuestión de contenidos.


En mis notas “Viejos y nuevos empleos: ¿estamos calificados? Parte 1 y Parte 2 busqué sensibilizar sobre lo que se viene (o lo que ya está), desde el punto de vista del avance de la tecnología, en materia de destrucción y creación de empleos y sobre cuál debería ser el nuevo paradigma educativo para preparar a los futuros trabajadores hacia un tremendo desafío de capacitación y desarrollo del talento. También lo hice en mi nota “Aprender toda la vida”.


El talento en el mundo y en la Argentina

En ese marco, quiero compartir datos y un análisis sobre un aspecto relevante de la educación, a la hora de impartir conocimiento: el desarrollo del talento. La Real Academia define al talento como “la capacidad de entender”, o “la capacidad para el desempeño de algo”, y aplicable a la “persona inteligente o apta para determinada ocupación”.


IMD World Competitiveness Center es una de las mejores escuelas de negocios del mundo, tiene sede en Suiza, y presenta anualmente el World Talent Report (Reporte de Talento Mundial), a través del cual evalúa a unos 60 países de acuerdo a la forma en que los mismos satisfacen las necesidades de los dadores de empleo.

Desde ya, adelanto que la Argentina se ubica, desde siempre, en la mitad más baja de la escala. En 2016, en el puesto 55.

El nuevo ranking evalúa la capacidad que tiene un país para desarrollar, atraer y retener talento para las empresas, negocios y compañías que operan dentro de sus fronteras. El estudio refleja tres factores principales:

1. Inversión y desarrollo de talento local. Este factor toma en cuenta la inversión pública del país en educación y desarrollo del talento local. También mira la calidad de la educación a través de indicadores como la relación maestro-alumnos. El desarrollo de talento es analizado mediante variables relacionadas con la implementación de programas de aprendizaje de oficios y la prioridad que dan las compañías a la capacitación de sus empleados. También mira el desarrollo de la fuerza laboral femenina. 

2. Atractivo. Este aspecto refleja la capacidad de un país para retener talento local y atraer talento extranjero. Este factor va más allá del foco en la fuerza laboral local e incorpora al análisis la capacidad del país de aprovechar la cantera de talento extranjero. Lo hace incluyendo indicadores como costo de vida y calidad de vida en una economía en particular. Además, evalúa la forma en que las empresas priorizan la atracción y retención de talento. Otro componente de este factor evalúa el impacto de la fuga de cerebros sobre la competitividad de los países. También toma en cuenta el nivel de motivación del trabajador.

3. Preparación.  Esto se relaciona con la capacidad del país para cumplir con las exigencias de talento del mercado laboral. El factor preparación mira el contexto de la bolsa de talento. Considera el crecimiento de la fuerza laboral y la calidad de las habilidades de que dispone el país. También toma en consideración la experiencia y las competencias de la alta gerencia existente. Este factor se concentra, además, en la capacidad del sistema educativo para hacer frente a las necesidades de talento de quienes ofrecen empleo. Examina la forma en que el sistema educativo cumple con las demandas de talento de la economía, la capacidad de la educación superior para satisfacer esa demanda y las habilidades lingüísticas disponibles. 

Países con estrategia

Arturo Bris, director del centro de competitividad mundial de IMD World Competitiveness Center (WCC), dice que "los países mejor posicionados muestran un equilibrio entre su compromiso con la educación, su inversión en desarrollo de talento local y su capacidad para atraer talento extranjero". Los países con estrategias de talento también son ágiles en desarrollar políticas que mejoran su provisión de talento nuevo. El ranking se apoya en más de 20 indicadores. Algunos son estadísticos y otros se extraen de una encuesta de opinión exclusiva de IMD entre 4.300 ejecutivos internacionales. Además, la amplia base de datos histórica del WCC permite evaluar la evolución del ranking desde 2005 hasta 2016.


Ranking 2016. El top 5 del World Talent Ranking 2016 está compuesto de la siguiente manera:

1- Suiza
2- Dinamarca
3- Bélgica
4- Suecia
5- Holanda



Finlandia ocupa el sexto puesto, seguida por Noruega en séptimo puesto, luego vienen Austria, Luxemburgo, China Hong Kong, Alemania y Canadá. Nueva Zelanda en el puesto 13 y Estados Unidos en el 14. 

Los últimos 7 del ranking son:

55- Argentina
56- México
57- Bulgaria
58- Mongolia
59- Perú
60- India
61- Venezuela

Mejor posicionados (2005-2015)

Calculando datos históricos de los World Talent Rankings de cada año desde 2005 a 2015, el nuevo informe IMD identifica además los países más competitivos en talento, los que figuraron en los primeros diez puestos en cinco o más años durante la década estudiada. Canadá, Dinamarca y Suiza son los únicos países que estuvieron en el Top 10 todos los años desde 2005 a 2014. Los Países Bajos cayeron del Top 10 solo en 2006. Suecia figuró en el Top 10 todos los años desde 2007. En 2010 y 2011 figuró en el segundo puesto. Finlandia cayó solo en 2007 y 2008. En 2005 salió segunda. Austria estuvo en el Top 10 desde 2005 hasta 2011, luego cayó pero subió al puesto 11 en el ranking de 2014. Singapur figuró entre los primeros 10 en seis de los 10 años y fue segunda en 2008. Irlanda y Noruega estuvieron cinco años entre los top 10.


Entre el poder de la mente y los datos ¿Decidir con estadística o con opinión?

Entre otras cosas, esto tiene que ver con la aborrecible costumbre de muchos que, frente a un tema en discusión de cualquier tipo, comienzan su participación en el debate con la conocida frase: “a mí me parece que…”.

Los nuevos métodos para analizar científicamente la información que recaban los sistemas computarizados sobre las personas han generado tanto entusiasmo que se los presenta como la última solución para casi todo. A estos optimistas los enfrentan otros, más prudentes, que rescatan la importancia fundamental del "factor humano".

"Big Data", o el análisis en profundidad de montañas de datos hasta ahora nunca concebidas, se puso los pantalones largos en 2014. Un estudio reciente del International Data Group (IDG) reveló que 70% de las grandes organizaciones ya implementaron o están por hacerlo, proyectos de “big data”, con una inversión promedio de U$S 8 millones cada una.

Y los entusiastas del proceso que lleva por nombre “Analytics” (que comprende todos los programas computarizados usados para analizar datos de los clientes de la empresa y los presenta en una forma que permite rápidas decisiones de negocios) abundan en predicciones grandilocuentes: el financiero Vinod Khosla, por ejemplo, irritó (y atemorizó también) a una audiencia de médicos en la Stanford Medical School cuando dijo que el procesamiento de datos puede (y debería) eliminar muchos de sus puestos de trabajo. "Nos guiamos demasiado por opiniones", dijo, "y no por la ciencia estadística".

A “Big data” se la presenta como la gran solución para todo tipo de necesidades comerciales: para eliminar errores humanos, para tomar decisiones más rápidas, para identificar posibles opciones ganadoras o perdedoras mucho antes de lo que pueden hacerlo los ejecutivos; para minimizar costosas equivocaciones en contratación de personal; y hasta para detectar oportunidades de inversión, de ventaja competitiva y de estrategia futura. “No tan rápido”, dicen tres autores. Se trata de las personas que escribieron los tres mejores libros empresariales de los últimos tiempos en el campo de los recursos humanos, según los críticos.

Ellos dicen que la ciencia de “big data” tiene ciertamente la posibilidad de mejorar muchas áreas del negocio, pero que en el largo plazo:

Es el factor humano el que todavía sigue marcando la diferencia entre un desempeño bueno y uno excepcional.

Estos autores sugieren lo importante de tres maneras diferentes. Es comprender y aprovechar el poder de nuestra propia mente además de contar con el adecuado estudio analíticos de los datos. 

Los peligros de contratar mal. No es el cómo ni el qué, sino el quién

Para los que piensan que nadie es profeta en su tierra, este puede ser un buen ejemplo. El argentino Claudio Fernández Aráoz piensa que si la opinión humana sigue siendo un factor esencial en el éxito empresarial, las decisiones más importantes que un líder puede tomar son las que se refieren a las contrataciones de personal.

Este asesor senior de la firma de búsquedas ejecutivas Egon Zehnder es conferencista internacional y experto global en talento y liderazgo. Business Week lo ha considerado el consultor en búsquedas ejecutivas más influyente del mundo.  En su revelador libro “It´s Not the How or the What but the Who” (No es el Cómo ni el Qué sino el Quién) el renombrado experto en gerenciamiento de talento global explica por qué las decisiones de la gente (elección de amigos, de esposo, de esposa, de empleados, de socios y de mentores) son lo más importante de todo. Para salir adelante, uno necesita tener a los mejores en el equipo. 

Sin embargo, poca gente sabe cómo hacerlo bien.  El título del libro refiere a una entrevista en la Harvard Business Review (HBR) en la que el fundador de Amazon, Jeff Bezos, habló de la importancia de haberse rodeado de la gente adecuada cuando la compañía comenzaba a crecer. Al inicio, Bezos se preocupó solo por lograr que las cosas se hicieran, luego hizo la transición hacia hacer lo que era necesario hacer y finalmente tuvo la idea que guió a la compañía desde ese momento: lo que más importaba era quiénes formaban el equipo. "Una forma de pensar esto es como una transición de preguntas, desde el cómo al qué y al quién", le dijo a HBR. "Cuando las cosas se van agrandando, no hay otra forma de pensar". 

Recordemos que, cuando escribí sobre el “Síndrome de Procusto”, citaba a Andrew Carnegie diciendo “El secreto de mi éxito fue rodearme de personas mejores que yo”.

El rodearse de la gente adecuada ha sido siempre tan importante para Bezos que siempre repite a sus colegas que preferiría entrevistar a 50 personas y no contratar a ninguna que contratar a la persona equivocada.  Y sin embargo, dice el autor, rodearse de los mejores es difícil porque son pocos los que reciben un entrenamiento formal en esta actividad crucial. No es fácil encontrar un conjunto de herramientas para compensar esa falta de entrenamiento. Por el contrario, a menudo somos nuestros peores enemigos cuando llega el momento de elegir a la gente adecuada para hacer crecer la compañía. "Los seres humanos no están programados para tomar grandes decisiones sobre la gente", dice Fernández Aráoz.

Según él cometemos una cantidad de equivocaciones cuando leemos, evaluamos y elegimos el recurso más importante para el futuro de nuestra compañía. Entre otras cosas porque estamos predispuestos para elegir rápido sobre la base de la similitud, la familiaridad y la comodidad. Confiamos y elegimos a los que se nos parecen, lo cual no siempre significa que esa sea la mejor persona para el trabajo en cuestión.

Evaluar el potencial

Nos formamos rápidas opiniones sobre la información que tenemos delante, sin detenernos a preguntar qué más necesitamos para saber cómo evaluar a un candidato. Juzgamos a la gente por su título, sus antecedentes y por sus empleos anteriores. Pero muy pocas veces pensamos si sus experiencias, habilidades y su disposición a aprender cosas nuevas les serán útiles en nuestras propias compañías. 

Olvidamos evaluar su potencial y este es el único factor importante para hacer una gran adquisición de personal.  Pero contratar a la persona equivocada ni siquiera es la peor equivocación que cometen muchos gerentes, dice Fernández Aráoz.

Lo peor es mantener a esa persona. Hace falta mucha más disciplina para contener el daño e invertir los recursos en otra parte que para mirar como un empleado arrastra a los demás al fracaso.  Pero aunque estemos programados para contratar mal, con el conocimiento, capacitación y prácticas adecuadas, cualquiera puede dominar el arte de tomar grandes decisiones que implican el "quién". "El primer paso para rodearse de los mejores es reconocer (y corregir) las propias flaquezas".

La nueva era de detección de talento incluye competencias, pero mucho más importante es el potencial. El mundo, los negocios, la tecnología, nuestro mismo modo de vida está cambiando más rápido que nunca.

El desempeño anterior no es indicador de éxito futuro. Los trabajos están cambiando con tanta rapidez que convierten al potencial en el factor decisivo del desempeño futuro. Es la capacidad que tiene el ser humano para crecer y adaptarse la que permite el éxito en la carrera y en los negocios.

Herramientas para una elección. Todo el poder del hemisferio derecho

Phil Rosenzweig
En el libro que se titula Left Brain, Right Stuff: How Leaders Make Winning Decisions” ("Cerebro izquierdo y lo que hay que tener: Cómo los líderes desarrollan decisiones ganadoras", su autor, Phil Rosenzweig plantea que el creciente énfasis en las llamadas habilidades del hemisferio izquierdo, margina la materia derecha, necesaria para tomar decisiones ejecutivas decisivas.

Sugiere que los grandes decisores deben ser capaces de tener altísimos niveles de confianza en su propio criterio y de comodidad con el riesgo para derribar obstáculos y lograr un desempeño máximo. Aunque el análisis del lado izquierdo del cerebro y esa menos definible materia derecha podrían parecer dos polos opuestos, para muchas decisiones, ambos son esenciales. El tema es cuándo y cómo ambos hemisferios se juntan. El autor no es amigo de las generalizaciones ni de mezclar todo para presentar una solución. Tampoco da a sus lectores una respuesta simple. Cada capítulo presenta un contexto de decisiones ligeramente diferente del anterior y explica cómo decidir y qué herramientas se necesitan para hacer la mejor elección.

En el centro del libro está la idea de que los seres humanos han sido catalogados, un tanto apresuradamente, como decisores irracionales. Rosenzweig no discute el valor de los modelos de toma de decisiones. Lo que hace es ponerlos en el lugar que les corresponde relatando una serie de decisiones que considera reveladoras.

Decisiones complejas

Rosenzweig destaca este dilema como característico de decisiones complejas que enfrentamos en todo tipo de cosas, no sólo en los negocios sino también en la política, los deportes, la seguridad, en la educación, en organizaciones sociales. No hay fórmula que lleve al éxito todas las veces. Entonces, ¿cuándo deberíamos aplicar las herramientas analíticas, frías y razonadas a una decisión y cuándo deberíamos permitir que el hemisferio derecho guíe una decisión?

El autor dice que para tomar una gran decisión, conocer cuáles son los errores comunes y las tendencias es sólo el principio. Además debemos hacernos preguntas claves sobre el contexto de la decisión: ¿Estamos tomando una decisión sobre algo que no podemos controlar o podemos influir en los resultados? Si no podemos controlar el resultado deberíamos confiar más en el análisis del cerebro izquierdo.



Si podemos controlar el resultado, el derecho puede conducir a una mejor decisión. ¿Estamos tomando una decisión que se presta a una devolución rápida, de manera que podamos hacer ajustes y mejorar un esfuerzo subsiguiente? Si tenemos la oportunidad de mejorar nuestro trabajo a medida que avanzamos, no hay necesidad de confiar solamente en el cerebro izquierdo. Si podemos aprender y hacer modificaciones, el derecho puede también ser útil.  ¿Estamos buscando un nivel absoluto de desempeño o el desempeño es relativo?

No es lo mismo querer aumentar el margen de ganancia algunos puntos (nivel absoluto de desempeño) que presentarse a una licitación (donde el desempeño es relativo). En este último caso hay que confiar en los instintos de la "materia derecha". ¿Estamos tomando una decisión como individuo o como líder en un entorno social? Tomar una decisión como líder es mucho más complejo que hacerlo en forma personal. Los líderes pueden tener que empujar al personal a lograr más de lo que se ve como posible. El cerebro derecho puede jugar un papel clave aquí también.

La estructura invisible. ¿Qué pasa cuando llega el momento de la claridad?

En The Moment of Clarity: Using the Human Sciences to Solve Your Toughest Business Problems (“E Momento de la Claridad: Usando las ciencias humanas para resolver los más difíciles problemas de negocios”), los consultores en innovación Christian Madsbjerg y Mikkel B. Rasmussen plantean que los métodos tradicionales de resolución de problemas son útiles para algunos de los problemas de las empresas, pero bastante ineficaces con los que implican alto grado de incertidumbre.
¿Y por qué? Porque con mucha frecuencia esas herramientas están basadas en un modelo equivocado de la conducta humana. Y ese modelo equivocado es la estructura invisible que soporta nuestras investigaciones, nuestros grupos de focalización, nuestras investigaciones y nuestro planeamiento estratégico de largo plazo. El mundo empresarial tiene muchos preconceptos sobre la conducta humana y esos preconceptos muchas veces conducen al descarrilamiento del negocio. 

Usando teorías y herramientas de las ciencias humanas (como la antropología, sociología, filosofía y psicología) introducen el concepto de "sensemaking" (encontrar el sentido de un problema). Sensemaking es un proceso no lineal de resolución de problemas que permite a los ejecutivos comprender desafíos que implican cambios en la conducta humana.  Ellos hablan de tres niveles de problemas. Los problemas de nivel 1 implican un futuro bastante claro con un entorno de negocios relativamente predecible.  Los problemas de nivel 2 implican "futuros alternativos con un conjunto de opciones disponibles".

Pero con los problemas de nivel 3, no se puede siquiera articular cuál es el problema, mucho menos darse cuenta de cómo solucionarlo. Los autores dicen que estos problemas deben resolverse por medio de este proceso de "encontrar el sentido". Sensemaking es un arte, no una ciencia, y se basa en el supuesto de que los momentos de claridad vienen de un enfoque sociológico para comprender y resolver un problema.  El método tradicional de resolución de problemas descansa en un razonamiento deductivo que comienza con una hipótesis que luego se testea.

Este método funciona bien para problemas de nivel 1 y 2, donde uno puede usar experiencia, datos e intuición para identificar y resolver problemas. Pero un problema de nivel 3 requiere paciencia para comenzar, no con una hipótesis sino con un esfuerzo por enmarcar el problema correctamente y recabar información. Sólo entonces se puede formar una hipótesis sobre lo que se ha encontrado. Los momentos de claridad no se fabrican. Surgen, como la visión de una forma vaga en el horizonte, dicen los autores. "Primero están presentes en nuestra mente y en nuestro cuerpo... como una corazonada lenta”. Es la sensación de sentirse “iluminado”.

A esta altura diré que todo esto parece muy complejo, difuso o difícil de entender, pero las organizaciones exitosas razonan de esta manera o se hunden. El “ojo de buen cubero” no existe más. O, al menos, no lleva al éxito de la mano. Pero la corazonada no se descarta.

Mirar el contexto

Esas corazonadas solo se tienen cuando se mira más allá de la información para abarcar el mundo en contexto, lo que se conoce como fenomenología, el estudio de cómo la gente experimenta la vida y los problemas que están tratando de resolver, y por extensión cómo usan y necesitan nuestros productos y servicios en su propia vida. 

Para encontrarle el sentido a un problema los autores dan una guía de cinco pasos. Primero, enmarcar el problema como fenómeno. Luego recabar información. Es en esta etapa que las cosas pueden parecer desenfocadas, difíciles de discernir. Lleva tiempo entender los datos antes de formarse una opinión sobre el problema. El tercer paso es buscar patrones. El momento en que se hace la luz llega en la etapa cuatro y es cuando entendemos lo que está causando el problema. Solo después de esa etapa, con todos los conocimientos importantes en la mano, podemos pasar a la quinta y última etapa: planificar el impacto comercial de los conocimientos

El libro The Moment of Clarity es un manifiesto para líderes que exige espacio y tiempo para la contemplación de problemas y decisiones complejas, una exigencia importante en una era de presiones permanentes para mostrar resultados. Pero los autores citan una cantidad de empresas, entre las cuales figuran Intel, Samsung, Lego, Novo Nordisk y Adidas, donde existe ese liderazgo. El valor de este método que concede tiempo para entender de qué se trata el problema, dicen, no está en el proceso mismo sino en lo que la compañía extrae de sus aprendizajes, cómo los traduce en nuevas ideas y oportunidades y cómo forma una nueva perspectiva del negocio.

Esto es alucinante. ¿Qué pasaría si todos, ante cada asunto que requiere una decisión, nos tomáramos el tiempo suficiente hasta que llegue nuestro Momento de Claridad? ¡Cuántos errores no forzados se evitarían!

Guiar el barco en situaciones difíciles. En tiempos de crisis, un líder dominante 

En épocas de paz, la gente acepta que la guíen los miembros más respetados y admirados del grupo, pero cuando las olas de encrespan, prefieren al individuo con mucha autoridad al frente del equipo. En tiempos de competencia hace falta fuerza, no sensibilidad. Esto se relaciona con la teoría de la evolución, en la que el más fuerte es el jefe de la manada.

Cuando Barack Obama asumió la presidencia de Estados Unidos en 2009 era la personificación del optimismo y la esperanza. Se lo veía como la antítesis de Ronald Reagan, quien creía que el principal rol de Estados Unidos era ser el líder del mundo libre. Obama recibió el premio Nobel de la Paz nueve meses después de llegar a la Casa Blanca. Hoy una gran mayoría de norteamericanos le adjudican debilidad, un rasgo que lo desmerece como líder. 

El estudio de la motivación y el estudio de la psicología están entrelazados. Nir Halevy, profesor de comportamiento organizacional en la Universidad de Stanford, analiza en una nueva investigación esta relación aplicando la teoría del nivel constructivo, o sea, cómo reacciona la gente a las distancias psicológicas para encontrar la mejor manera de ayudar a la gente a triunfar en el trabajo. Cuando distancia y estilo de comunicación están en sintonía, hay encaje constructivo. Según Halevy, eso hace que la gente se sienta más inspirada.

Halevy sostiene que entender cómo motivar a los empleados y despertar su compromiso es una habilidad fundamental para los gerentes. Esto se torna todavía más importante en momentos de crisis, que es cuando casi siempre todos deben trabajar juntos. Sobre los atributos de los jefes él sostiene que virtudes como la generosidad o la simpatía a veces pueden interpretarse como signos de debilidad en los que están al frente de las empresas. Se los verá como excelentes personas pero como directivos, demasiado blandos.  Para él una persona generosa, abierta al diálogo y con una gran dosis de humanidad no puede ser buen líder.

Esos atributos suelen ser interpretados como una debilidad. Son, por lo general, jefes queridos, considerados buenos, pero no totalmente confiables para guiar el barco en situaciones de crisis. Para esos momentos, casi siempre se prefiere un jefe dominante y menos conciliador.

El ansiado equilibrio. Carpe Diem: vivirlo todo y vivirlo bien

La idea de que el trabajo compite con la vida ignora la realidad tan llena de matices de nuestra humanidad. Lo que deberíamos tratar de lograr es la intersección e interacción de los ámbitos del trabajo, del hogar, de la comunidad y el yo privado. La meta es integrar esas áreas armónicamente en lugar de pensar en compensaciones o soluciones intermedias.

Stewart Friedman
Ese es el planteo que hace Stewart Friedman en su nuevo libro. Vivimos buscando el famoso equilibrio entre el trabajo y la vida privada. Todos trabajamos mucho. Los avances permanentes en tecnología están contribuyendo a que cada vez sea más fácil trabajar casi las 24 horas del día.

¿La tecnología tiene la culpa? No toda. Somos también nosotros, que suponemos que a mayor número de horas, mayor nuestro éxito. Y aquí es donde nos equivocamos, dice Friedman en su libro "Leading the Life you Want: Skills for Integrationg work and Life" (“Conduciendo la vida que tú quieres: Habilidades para integrar el trabajo y la Vida”).

Friedman, autor y profesor en la Escuela de negocios Wharton, pretende reorientar el debate sobre el famoso equilibrio entre el trabajo y la vida privada. Si bien no ofrece una fórmula para tenerlo todo, dice que al considerar el trabajo como lo opuesto de la vida, estamos creando una falsa dicotomía. Lo que hay que hacer es dejar de pensar que el trabajo compite con la vida; dejar de pensar que la vida es algo que comienza cuando el trabajo termina. Entre otras cosas porque hoy el trabajo no parece terminar nunca. En su libro trata de encontrar formas de integrar el trabajo con el resto de la vida. 

Para Friedman la vida es "la intersección y la interacción de cuatro campos: trabajo/escuela, hogar/familia, comunidad/sociedad y el ámbito privado de la mente, el cuerpo y el espíritu”.

Y si bien admite que es imposible tenerlo todo (todo el tiempo, al menos) es posible "ser consciente de qué y quién es lo más importante". Es necesario, dice, "identificar acciones que resultan en vivir una vida mejor en los cuatro ámbitos". Al concentrarnos en la integración del trabajo y la vida y no en el equilibrio, podemos crear armonía en lugar de conflicto.

Tres herramientas

El concepto de equilibrio entre trabajo y vida privada es un mito. Si bien el libro brinda 36 herramientas para ayudar a concebir e implementar una vida más integrada, las tres que considera más importantes son las siguientes:

1. Asocie sus acciones a valores para encontrarles mayor significado.  Piense en lo que hace todos los días y de qué manera contribuye al bienestar de los demás. Al hacerlo, dice Friedman, podrá identificar las actividades que no están alineadas con sus valores centrales". Entonces las reduce o las elimina. Por ejemplo: cuando una investigadora académica revisó su rol de ayudar a otras mujeres a avanzar en sus carreras, renovó la pasión por su trabajo. 

2. Clarifique expectativas con la gente que más significado tienen para usted y su futuro. Trate de predecir cómo van a responder la pregunta "cuáles son las cosas principales que tú quieres o necesitas de mí" y luego clarificar las expectativas mutuas. Considerar a toda esa gente como partes de un sistema social puede ayudarle a ver cómo interactúan. Si complementa esos pensamientos con conversaciones, será más fácil satisfacer sus necesidades además de las suyas propias. Un ejemplo: Un padre que se sentía desconectado de sus tres hijos comenzó a reunirse con ellos todos los fines de semana durante 20 minutos para preguntarles "¿qué cosa es importante para ustedes esta semana y cómo puedo ayudar yo?". Con el tiempo, descubrió que sus relaciones habían cambiado profundamente.

3. Cuestione el statu quo.
 Lleve un diario sobre "nuevas formas de hacer las cosas" y redefina las ideas para que "beneficien diferentes parte de su vida". Luego elija una idea para implementar y hable con otras personas para refinarla y lograr apoyo. Use la teoría de las pequeñas ganancias para lograr progreso incremental. Ejemplo: un ejecutivo de un negocio minorista negoció con sus colegas la posibilidad de comenzar a trabajar una hora más tarde todas las mañanas para poder invertirla en cuidar de su salud y tener ese tiempo también para sus hijos. En lugar de quedar marginado, fue promocionado y reconocido por su capacidad para inspirar a otros.

Hay que revisar la tonta idea que indica que algo o lo que se hace está bien porque…”siempre se hizo así”.

Miedo y responsabilidad. Cómo combatir la actitud defensiva en cinco pasos

Este estado de ánimo tiene, entre nosotros, una frase mucho más gráfica: "tirar la pelota afuera". El "yo no soy responsable" significa que el responsable es otro. Y ese otro es o un colega, un compañero, un superior o un subalterno, los políticos o el gobierno. Muchos conflictos se derivan de esa actitud de no hacerse cargo de cosas que están bajo la propia responsabilidad.

La actitud de defenderse no le gusta a nadie, pero es muy común. Es impulsada, casi siempre, por algún tipo de miedo. El cerebro se cierra y perdemos la capacidad para pensar y relacionarnos con los demás. La actitud defensiva ha hecho trizas muchas carreras porque inhibe la capacidad de aprender de nuestros errores, de crear fuertes relaciones interpersonales y de aceptar y beneficiarnos con perspectivas diferentes. Pero lo más importante es que nos impide aceptar la responsabilidad que nos cabe en los resultados obtenidos cuando éstos son negativos.

Veamos un ejemplo clásico de la realidad. Imaginemos un gerente y llamémoslo Jorge. Lo acaban de ascender y tiene ahora mayores responsabilidades que antes. Una noche lo llaman a su casa para comunicarle una grave demora en el proceso de manufactura, que seguramente se va a reflejar en no tener suficientes productos para afrontar la demanda. Jorge comunica el problema a su superior. Su superior le pregunta por qué ocurrió eso. Jorge tira la responsabilidad sobre las espaldas de un colega suyo: él (Jorge) le había comunicado el pronóstico de ventas, pero su colega no ajustó la producción de acuerdo con esa información.
La realidad era mucho más compleja. Jorge había comunicado la posibilidad de mayores ventas, pero lo había hecho varios meses atrás y ninguno de los dos había hecho seguimiento de esa predicción porque no la consideraban una certeza. 

Susan Cramm
Susan Cramm, mentora de líderes y presidente de Valuedance, una firma especializada en desarrollo de líderes, sugiere cinco pasos para dominar ese instinto tan humano de pasarle la responsabilidad al de al lado.

1.    Identificar los rasgos psicológicos que se relacionan con emociones fuertes, como manos húmedas, “cachetes colorados” y pulso acelerado.
2.    Manejar las emociones tomándose un minuto para dejar de pensar en lo peor que puede ocurrir. Jorge, en lugar de pensar “He cometido un error y voy a fracasar en el cargo que me dieron” podría haberse dicho “Los problemas siempre aparecen y mi trabajo es ayudar a la organización a aprender de ellos”.
3.    Hablar menos, especialmente al calor del momento. Cuando se le preguntó “¿Qué pasó?” Jorge debería haber dicho algo así: “Todavía no estamos seguros, pero estamos indagando” y luego debería haber ido a hablar con su colega para entender entre ambos qué fue lo que salió mal.
4.    Usar pronombres inclusivos: “Nosotros” en lugar de “Yo”, “Él” o “Usted”. Si Jorge hubiese dicho “sabíamos de la vulnerabilidad, pero no nos pareció lo suficientemente importante como para remediarla”, todos habrían puesto el foco de la atención en el problema y no en la gente.
5.    Compartir el crédito durante los tiempos buenos para que los demás se sientan inclinados a compartir la culpa cuando las cosas salen mal.

El jefe pidió explicaciones

Toda la culpa, sin embargo, no la tiene Jorge. En lugar de preguntar "¿qué pasó?", una pregunta que dispara una respuesta defensiva, su jefe podría haber preguntado "¿cuán serias son las demoras? ¿qué certezas tiene de conocer la causa? o ¿qué necesita de mí? ¿cuándo puedo esperar más datos? Hay un libro de David Rock titulado "Quiet Leadership" que dice que los líderes deben hacer una serie de preguntas para ayudar a su gente a encontrar explicaciones, en lugar de sumergirlos en un problema a resolver y generar reacciones defensivas. Y cuando llega el momento de reflexionar sobre las lecciones que se pueden extraer, deben programar las conversaciones en el momento y lugar adecuados para generar en la gente una disposición a hablar. En un café, por ejemplo, en lugar de su despacho. La conversación que maneje deberá ser distendida y no debería tener el tono de un pedido de explicaciones.

Emociones y sentimientos. ¿Cómo se crea, de verdad, una cultura de inclusión?

Es fácil decir que se está a favor de la diversidad. Pero para realmente apoyarla, primero hay que entenderla. Hay que entender qué hace falta para conseguirla y cómo crear una cultura de inclusión. Aunque parezca una contradicción, aceptar las diferencias es un buen camino para fomentar la cohesión.

Silogismo: si los negocios se construyen sobre la base de relaciones; y las relaciones se construyen sobre la base de emociones; entonces los negocios se construyen sobre la base de emociones (algo así como cuando aprendíamos la “propiedad transitiva” en la lógica del razonamiento deductivo) (*). Más allá que estemos o no de acuerdo con la veracidad de las dos premisas iniciales, este es el razonamiento deductivo que hace Kelley Mavros, mentora de ejecutivas y socia de la práctica de negocios digitales y tecnología de Strategy & Business.

El silogismo lo trae a colación para explicar que no está mal mostrar sentimientos y emociones en el lugar de trabajo. Ella suele citar numerosos trabajos que demuestran que un lugar de trabajo que permita la manifestación de las emociones mejora notablemente el desempeño y el compromiso de los empleados. "Mis pupilas", dice la mentora, "pueden mirarse en el espejo de mi carrera para ver esta afirmación en la práctica.

La posición de Mavros va en contra de lo que durante mucho tiempo ha sido más o menos la idea instalada en las empresas: que la predisposición de las mujeres a exteriorizar sus sentimientos (a diferencia de los hombres) es un pasivo para sus carreras laborales.  Mavros siempre estuvo instintivamente en contra de esta idea, pero admite que nunca la analizó en profundidad. Le llevó muchos años, dice, comprender la verdadera importancia de la diversidad. Cuenta que el hecho de ser una mujer siempre fue para ella menos importante que el de ser una profesional orgullosa de la carrera que había forjado. Ella perteneció a una generación de mujeres que peleaban para que se las viera como iguales, por ser lo mismo que sus colegas varones. Y entonces, durante la primera parte de su carrera concebía la diversidad como algo inmerso en el contexto de la igualdad de oportunidades.

Recordemos que, todavía hoy, está muy vigente la lucha de las mujeres para obtener igual salario para igual puesto y responsabilidad.

Rol de liderazgo

Todos estamos a favor de la diversidad pero ¿cómo hace una organización para crear una cultura de inclusión? Por contrario a la lógica que parezca, para Mavros el aceptar las diferencias es una buena manera de fomentar la cohesión. Y nos invita a tratar de ver esto en términos concretos: "Es posible que usted tenga una madre o un padre enfermo o con muchos años y necesite ajustar las horas de trabajo para cuidarlos. Puede que acabe de tener un hijo y decida trabajar a medio tiempo mientras el hijo es pequeño.

O puede ser que usted observe una religión con prácticas y feriados que no le permitan asistir a eventos laborales organizados a determinadas horas. Comience por preguntarse por qué ha tomado esas decisiones y luego considere el efecto que esas decisiones han tenido tanto en su vida personal como en su carrera.

Cuanto más piense de este modo, más comenzará a comprender las elecciones qué hacen otras personas y entonces es cuando comenzará a crear verdadera diversidad en el lugar de trabajo.  Tomar esta perspectiva también nos hace mejores en nuestra labor.

Porque se aprende a colaborar, y colaborando la gente se siente mejor y genera, de paso, mejores resultados.


Conclusiones

Este desarrollo ha sido complejo, pero es una manera de desafiar a tu talento. No lo tomes a mal, pero si abandonás la lectura porque te parece aburrida o pesada (o no la tenés en cuenta, o no le das importancia), estás poniendo en jaque tu propia disposición a comprender si hay chance para “fabricarte” como talentoso e ingresar  a las filas de lo que te será requerido en tu trabajo o profesión o, mucho más importante, si tenés la “pasta” necesaria para ser una persona exitosa.

Este ha sido un repaso sobre las mediciones serias que evalúan las políticas de los países destinadas a desarrollar los talentos a la altura de las necesidades de los dadores de empleo, las políticas públicas para lograrlo empezando por los contenidos educativos y la jerarquización de aquellos que tienen que impartir esos conocimientos.

Luego repasamos los preceptos dados por destacados académicos que analizan la conducta humana en las organizaciones, las condiciones del liderazgo, la convivencia laboral y el trabajo en equipo.

Y finalmente exploramos cómo vivir mejor en el complejo equilibrio entre las responsabilidades del trabajo y “vivir la vida”. Y esto nos remite a la definición inicial de “talento”: “persona inteligente o apta para determinada ocupación”, que es capaz de ser racional o emocional según el mérito de la circunstancia, que es capaz de decidir sólo armado de la lógica o tener también la creatividad (o el ingenio) de aventurar acciones más audaces bajo el riesgo de un resultado inesperadamente bueno o de un fracaso.

Enseñar estas cosas, más allá de las currículas y programas formales, puede ser lo que marque la diferencia para el futuro. Si no tomamos conciencia, difícilmente salgamos del puesto 55 o similar.

De cada uno depende. Y de los responsables en el Estado, también.

Cualquier aplicación a nuestra realidad cotidiana y actual corre por tu cuenta.













(*) Ejemplo simple del razonamiento deductivo: “Todos los hombres son mortales… Sócrates es hombre… luego, Sócrates es mortal”.


Fuente: Mercado